En el año 2020, los científicos rusos pensaron la posibilidad de que unas de sus naves Soyuz llegase a la Luna tripulada por un organismo cibernético para hacer investigaciones científicas. Siguieron el consejo del escritor von Däniken quien sostenía que la forma ideal de una nave espacial es la esfera. Así pues, la nueva nave Soyuz que partió del cosmódromo de Vaiconur fue una bola de metal de diez metros de diámetro.
La Soyuz era dirigida por organismo cibernético, un cerebro humano conectado a la computadora de comando. Este órgano sería la central de órdenes del vehículo y se mantendría en un medio líquido con nutrientes que sería periódicamente renovado. Este organismo que sigue las ideas de Franke, como es lógico carecería de la conciencia del ser humano y “avanzaría en el espacio como un embajador de nuestro planeta”. Los ingenieros lo llamaron Alfar. La nave fue despedida del cosmódromo por el presidente Putin acompañado de una gran multitud enfervorizada. A los pocos segundos del despegue, el vehículo se perdió de vista. Había alcanzado las capas superiores de la atmósfera e ingresado en la estratósfera. Alfar se mantenía en comunicación constante con el cosmódromo proporcionando detallados informes resultado de las lecturas del entorno. El objetivo no era que la Soyuz se posara en la Luna sino que rodeara la misma y que transmitiera a la Tierra datos de la cara oculta.
En las cercanías del satélite, Alfar esquivó hábilmente los meteoros que bombardeaban el suelo lunar. En ese avanzado proceso de automatización pudo obtener fotografías tanto de la cara visible de la Luna como de la otra, la que se oculta a nuestra vista.
Cumplido su objetivo, la nave espacial regresó sin contratiempos a Vaiconur siendo recibida entre grandes vítores.
Cuando emprendió el regreso a nuestro planeta, los científicos observaron un comportamiento extraño en Alfar. Los registros del vehículo no eran normales. El cerebro de Alfar comenzó a moverse en el líquido que lo contenía de una manera completamente anómala. El aterrizaje de la nave fue sinuoso y complicado. Todo indicaba que la Soyuz se estrellaría. Para evitar la catástrofe, los operadores hicieron descender la nave en el lago Baikal. Una vez recuperada, los científicos se dedicaron a investigar las causas del desperfecto. Lo que descubrieron los sorprendió. El organismo cibernético estaba contaminado por bacterias portadoras de una enfermedad de la sangre hasta entonces desconocida a la que llamaron hemotrobulina. Alfar fue aislado en un laboratorio hasta que los científicos dieran con la cura.
El médico ruso Poliakov pudo constatar que la hemotrobulina es una peligrosa enfermedad infectocontagiosa, desconocida hasta entonces (llegó a nuestro planeta portada por el cerebro contaminado de Alfar), que se transmite entre los seres humanos mediante las transfusiones de sangre. El médico se avocó a la tarea de generar un antídoto que curara la enfermedad. Las anomalías de Alfar habían comenzado a su regreso a la Tierra luego de haber realizado sus investigaciones científicas y antes de su ingreso a la estratósfera, es decir, en la ionosfera. Poliakov denominó virus VX al que atacó a la Soyuz. Después de múltiples experimentaciones, encontró el antídoto para restituir las funciones normales de Alfar: la quinina. Así, la solución al problema la proporcionó la vida vegetal. Alfar, despojado de los virus que lo habían atacado, recobró su estado normal y listo para nuevas aventuras.