Reapareciste en mi vida,
vi tu sonrisa y se precipitó la fuerza
que alguna vez dotó de equilibrio mis días,
me vi reflejada en esa dicha que me dabas
entre tristezas y cenizas.
Nunca te pedí nada,
te quería tal como eras
pero no te alcanzó mi entrega,
me lastimaste justificando tus miserias
y ese dolor que creaste
vibró en primavera.
Hoy me buscaste
y tu sonrisa desarmó
la armadura de hierro,
tu sonrisa me recordó que fuiste un astro de luz
en aquel invierno sin sueños.
Tus besos,
tus brazos arropando mi cuerpo,
el Zen de tus ojos negros,
la rica esencia que bebí de tus labios, oscuro desvelo.
El amor y las riquezas internas,
el incienso de tu desnudez morena,
el llanto y la suciedad de las lenguas,
dime nene, ¿quién has sido desde de mi partida
entre las madrugadas de alcohol y falsas caricias?
No sabré qué hacer
si te veo de nuevo,
aún duelen las últimas palabras
que nos dijimos ante la muerte del sentimiento,
aún me haces temblar
en la iniciación de cada beso
porque tu sonrisa es cautivero
y la mejor postal de la vida naciendo.
No podré contigo, cariño
si contra la pared me tumbas
y devoras mi piel vacía de auroras,
no podré conmigo
si pruebo de tu boca
y trato de salir victoriosa.
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