Después de 20 años te sentía igual. Era tu piel la que acariciaba, tus labios que besaba. La sensación era la misma; la calidez de tu lengua, la dureza de tus dientes, tu barbilla rasposa.
Eras tu… el recuerdo de ti, tristemente sin ser tú. Algo había cambiado; no era tu cuerpo el que sentía diferente, aunque lo era. Era algo que traspasaba tu piel, tu carne… Era tu ser en sí lo que me parecía distante, tu esencia no era la misma.
Amé tu sencillez, tu nobleza, el deseo profundo que mantenías al respeto de lo sagrado; el amor.
No me perteneces, no te pertenezco, ojala y el tiempo no hubiera sido cruel, pero lo fue, al menos para mi. ¿Por qué? Porque no hay nada que me ate a una honesta lealtad, porque la reciprocidad no se dio. En mi caso no… en el tuyo no lo sé, no me interesa, yo no respondo a tu situación, respondo a la mía, soy sincera, lo contrario no se me da, jamás hubo una enseñanza que me indicara a como fingir. Quizá por ello estoy sola, tal vez hubiera sido mas fácil ceder, tal vez no. Solo se que aunque te amo de la misma forma, tu no eres el mismo y por eso debo dejarte de ver.
No debo idealizarte porque me equivocaré. Esto es una despedida, aunque no lo parece ser. Prefiero vivir en el pasado, a perderte por segunda vez. Así que lamento decirte… No quiero volverte a ver.