Un hombre con cara de piedra me sigue a todas partes:
en el amanecer se mete en mis zapatos
se abrocha en mi camisa
y se adhiere a mi sombra como lapa en la roca.
Es terco como palo duro
y su corazón es un globo a punto de estallar.
Jamás una sonrisa
nunca un gesto de buena crianza
ni una mano extendida para saludar o ayudar.
Es como si solo existiera él
cerrado en el círculo de su yo
lector de sus propios libros
terapeuta de su propia alma
ceño negro como cuervo.
Nunca nadie le dijo un ¡N0!
fuera por temor o reverencia de papel
le sirvieron el té le compartieron el pan
como quien cree ayudar lo que no puede alcanzar.
Lejano como el horizonte del horizonte
frío como cubo de hielo
duro como el riel
distante como el blanco con el negro.

Un hombre con cara de piedra:
con nombre seco como campana
con ojos de vidrio vivo y quebrado
me busca y persigue
como si se buscara a sí mismo.
No sé si era mi destino encontrarlo
o el de él que no tenía ninguno.