UN MAL TRAGO…
(Cuento corto) Serie Negra.
DANIEL O. JOBBEL
Los ojos eran de los peor. Simulaban vacíos, hundidos, sombreados por profundas y marcadas ojeras. Para el 'pulga' Ortiz había una premonición, una pesadilla...
Comenzó a dar vueltas y vueltas en la cama, se pone boca arriba como sapo muerto, bosteza, cruza una pierna sobre otra, luego pasa un brazo detrás de la nuca, luego boca abajo, después se arquea como si fuera una medialuna, para finalizar pateando, acostado, las sábanas en bulto como si pateara el tuje de una vieja rechoncha y jubilada.
La imaginación le tuerce la memoria, le estruja los sesos, en la que le decía a Marcela su mujer, que había terminado por convertirse en una de esas cositas blancas, porque gritaba, él sentía que se gritaba "soy una rata y el gato me va a comer..." Entonces le dió miedo chillar así, y terminó golpeándose el pecho con su puño, hasta que el gato de lomo negro y erizado le saltó encima y despertó...
Abrió los ojos por undécima vez y se vio en el espejo la cara de tonto y de miedo, a la vez que el corazón no le duró más de un minuto en desagitarse... A todo esto, el tipo no puede pegar unos ojos con la cabeza hecha un bombo y en donde le bailan más estrellitas que a una enamorada. La sangre golpea fuerte las sienes. "Calmate", se dijo. "O haces las cosas como tiene que ser, o chau pinela, vas al loquero, viejo", se respondió...
Sin embargo el 'pulga' Ortiz tendría que repasar ciertas cosas. ¿Cuáles? Dijo "Cosas mías, viejo... cosas mías"... "Andá alcahuete tonto, que te crees que sos". "Así no puedo dormir, carajo"."Y pensar que antes dormía de un tirón y bien sueltito ocho horas de pé a pá. Y ahora ni siquiera eso, puta madre. Y menos mal que estamos en democracia, que sino". "Que sino qué..."Y el otro 'yo' de la mente lo sumergía al infierno del Dante...
"Andá, bufón de mierda, andá...” Hacete lava el pito, querés. Piojo resucitaó. A vos te gustaría que esto no fuera así. ¿No?, anda. Boludazo..."
"Además quiero decirte, que debés tener la testa podrida, en la cual debe haber algunos negritos de mierda tocando bombo y timbales..." Piensa, bosteza y por ende, vuelve a decir que no puede dormir, y por eso el que lo mira desde el espejo cuando se levanta, no es otro que él mismo en torso desnudo, famélico, y desparramado entre sus chichas.
Se queja, bufa, putea. Su otro 'yo' receptivo responde, "claro, que no podés dormir si cuando cerrás los ojos y haces el inventario de tu alegre pálpito de miseria, de la crueldad sin muchas ilusiones, y sos la ley del malviviente, de la ira ilustrada, que me importa callar, ya ves, ahora no digo, ni hoy, ni ayer, ni ay, que me importa callar, si sos más porquería que la propia basura, sos más mierda que a los que 'vendiste', y volvés los ojos, y al mirar ves, las patadas en los testículos a aquel diputadito de cuarta, y el gusto a boca libre con ese sabor a puteada, y eso te abre una póliza de seguro que quizás no cobres nunca a los setenta, y imaginas a las lloronas de pañuelo de la plaza y la blasfemia, y o la 220 en los senos de aquella pendeja estudiante, mientras se retorcía, aullaba, gemía y vos por placer disfrutaba con música de Wagner, o los palazos en la cancha luego que le sacudieron el cráneo al línea, la invasión de campo gestada por vos, las cárceles, el ladrón de gallinas, la droga, sí el mágico polvo blanco, los revientes, los revendedores malditos entre las babas del diablo, los secuestros, los zares de esos males, y cuando perseguiste a los 'de la Orga' ¿cuantos hiciste cagar por las dudas? ; ese grupo de tareas, o el disparo de gracia, o aquella trompada a esa puta de cabaret en el 'Ripke' porque no te dió sexo; animate, vení, animate, si yo corro al lado de tu sombra, has visto morir tantas veces, mientras pasa esa estrella fugaz, miro y acopio instantáneos deseos de librarme de todo esto..."
"Y bueno, todas esas cosas no te dejan pegar un ojo ni con poxipol, y no encontrás la solución ni en esa cervecita que sacás del congelador, pues te acordás boca arriba, saboreando la quilmes que el frío te invade, te corrompe. Sabés que si el Willy Galindez habla vos caes, y que no va a ser boludo en el momento de acusar. Quizás el 'chabón' calle, calle, para siempre como ese pacto de silencio que tienen todos los milicos. Y si es acusado después vienen por vos... Al 'Lolo' otro, que tienen hace tiempo en la mira. Todos de tu mismo palo. Yo que vos, pienso en una salida, me busco un sueño grande, y dejo de pensar en Marcela, que ella se arregla sola, ya está sola, por lo tanto no tendrías que preocuparte, y me fugo cantando bajito. Entonces te preguntarás que es eso, que es el sueño grande, y tendría que responderte, dale no seas boludo que vos sabés a los que me refiero, es alguien que limpie tu rabia, y no me refiero sólo a que de pronto digas voy a llorar, y yo con un discreto nudo en la garganta te diga, bueno llorá, no hace falta, quizás sea correcto decirte, aleluya te he encontrado, carajo entonces será como perderte, y vos sabes quizás que eso no sirve, pero es lo que buscas y a esta altura de los acontecimientos salí con eso, ¿que hago?, andá buchón tonto, entonces aguantátela..."
El sueño lo iba ganando, ya no diferenciaba tanto esto o aquello, ocurrido hace años, hace días, o simplemente horas, en cualquier calle dando palazos por las pintadas en las paredes. Todo siempre tan rápido, pegar, interrogar, pegar y pegar, putear y que te puteen, la violencia del golpe, en una zona desconocida y a la vez dolida, puntapiés, trompis; y decile a mengano, quedate quieto o te amasijo; vamos cantá; dale aflojala, que esa yegua sabe algo; quedate así o te reviento; ah no usted se me porta bien que está bajo sumario y si dice algo contrario no le queda costilla sana, y en algún momento ver la luna filtrándose por las celosías con vagos rumores del amanecer, y las celosías cada vez más grises, y una luz de prisión igual al alba, una grisalla de tristeza y derrota, como ahora...
Tal vez al parte más difícil de morir era decidirse a que ello ocurriese. Oía el ronroneo del ventilador, el viento que esparcía y que silbaba, hueco, como por una tubería. El reloj, aquel viejo reloj secuestrado en un allanamiento, dejaba oír su onimoso tic-tac... Fue hacia la silla que estaba ahí nomás, al lado de la cama, y ya convencido de eso, ya estirando la mano hasta la sobaquera del saco colgado en su respaldar, empuñó el metal negro y frío. Lo miró un rato, olió su muerte, olfateó el olor de muerte dejado por otras muertes, y en un instante dado, ya decidido, se escuchó una detonación sorda, seca...
Pero el cobarde falló, un revólver a cebita no era la mejor arma.-®
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