Hoy se cumple otro aniversario de la muerte de un ser muy importante en mi vida
Cuando dejó mi casa:
Estaba enferma y cansada.
Las circunstancias no me permitían tenerla
cuidarla
así como ella lo hizo conmigo desde que era pequeña.
No me lo perdonaba:
por eso
cada quince días
iba a visitarla.
La última vez que la vi
sus ojos estaban sombreados por profundas ojeras
su mirada era triste.
Al verme
esa luz que siempre nacía
apareció tenue.
La abracé
la sentí fría
delgada
pequeñita.
Me estremeció el pensamiento que se apoderó de mí...
Me recosté a su lado
acaricié su pelo
besé su frente.
Me miraba con amor.
Me dijo :
no quiero irme
sé que vieja como estoy le hago falta.
Besé sus mejillas.
¡No digas eso que me apenas!
Las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas
su mano salió de entre las ropas
para cortarles el camino.
No llore:
nunca la dejaré.
Esa fue la última vez que sentí su amor.
Nunca dejé de ser la niña que conoció al llegar a casa.
Cuando me acogió
me tranquilizó y me señaló con fuerza y convicción
el camino del amor.
Todas esas imágenes se convirtieron en lágrimas en el cementerio.
No era tristeza
ella no se había ido
estaba ahí
fuerte
clara
como siempre.
Era emoción por haber tenido la suerte de encontrarla
por haber aprendido tanto de ella
por darme cuenta que me amaría desde donde estuviera y me acompañaría siempre.
Me estremecí cuando el ataúd bajó lentamente.
Quise gritar
las palabras no salieron de mi boca.
Miré al cielo
sequé mis lágrimas:
Estaba en el aire que me rodeaba.
De ese silencio
ese amor
quise desentrañar su huella en mí
con ese amor que había despertado.
Ella
una maestra en el arte de vivir.
Una segunda madre que estuvo ahí
para parirme todas las veces que la necesité.
Victoria