Despierto con mi boca transformada en un cenicero; desbocado toso por algunos minutos, y esa sensación de estar en algún juego mecánico de aquellos que suben y bajan en rápidas y reiteradas oportunidades literalmente invade y destruye mi cabeza.
¡¡Primero de Enero, maldito primero de Enero!!
Lo último que recuerdo es a Juliano sirviéndome un refrescante whisky con hielo, según mi hermano aquel licor no era para mí, era para combatir el reinante calor que sofocaba la madrugada del treinta y uno de Diciembre. Dejé de beber y fumar hace más de cinco años y no me pareció una mala idea un trago bajo las circunstancias de celebraciones de fiestas de fin de año. Había olvidado lo tóxicas que son las resacas.
Tras una larga y helada ducha me recuesto sobre el sofá de la sala de estar, junto a unos pantaloncillos cortos y una delgada polera trato inutilmente de escapar de la alta temperatura que a esa hora sin piedad golpeaba la ciudad de Iquique.
Desde donde estoy puedo ver mi teléfono celular que yace inerte bajo uno de los sillones. No tengo la menor idea de como mierda llegó hasta ese sitio, y para ser sincero averiguarlo es la última de mis preocupaciones.
Hay un par de mensajes de textos en la bandeja de entrada, al leerlo me doy cuenta que son de tu autoria.
"Son hermosas tus palabras; de verdad me encantó que hayas tenido ese detalle conmigo. Jorge amé conversar contigo anoche"
Después de reflexionar por algunos minutos busco ver el listado de llamadas telefónicas que realicé la madrugada de ayer, llevándome la sorpresa de mi vida. No recuerdo un carajo pero te llamé y charlamos cerca de tres horas. ¡¡Maldito vaso de whisky!! Digo para mis interiores riendo como un loco sin saber que este desinteresado acto sería el comienzo de una de las cruzadas más hermosas de mi vida.