Cuando era púber, cortaba figuras de papel y jugaba con ellos, había un personaje que me atrajo siempre, la de vampiresa, que seducía y dominaba a los hombres, desde niño había crecido viendo Morticia, y eso que no conocía a esa edad a Vampira o a la voluptuosa Elvira, que se inspiraron en la primera para darle su propio estilo.

A pesar de que leí al comienzo eran cuentos de princesas tontas que esperaban ser rescatadas, consumí harta telenovela mexicana, que eran reciclaje de eso, de pronto empecé a admirar a las villanas a pero por ser maduronas no las veía atractivas, que hacían sufrir a las protagonistas, algunas protagonistas no tan angelicales, como Lucía Mendez, donde se volvió la amante en Mariaelena, ya para esto había hecho un papel como Corolina, pero lo supe muchas décadas después, pero disfrute con El extraño caso de Diana Salazar. Ese modelo que rompió el esquema me atrajo.

Ya para los noventas, me enamore platonicamente de Alicia Silverstone, y su imagen androgina en Crazy, después conocería a Christina Rosenvinge, que me motivaba a andar coche y provocar incendios por ahí. A pesar de que después conocería a Avril Lavigne pero no tuvo lo que sus antecesoras.

Hoy recuerdo un poema, que escribí acerca de una road movie, donde preguntaba lo que eras mas peligroso y una de las alternativas era viajar con una mujer, pero hoy tengo ganas de subirme en Cadillac azul con Kirsten Stewart viajar y perderme a toda velocidad con ella, o quizá convertirme en ella.