Esquirlas dentro de mi boca, borbotones de sangre florecen de entre mis partidas manos, lo único que se viene a mí cabeza son los lamentos de mis hijos, parásitos inservibles, lo único que querían desde que nacieron era que los consintiera en todo lo materialmente posible, me río desde el lugar donde desfallezco y muere de a poco el resentimiento contra el traidor que empuño esa escopeta y me disparo, al parecer para mí no me hizo daño, más bien un favor.
Cuando era niño, mi padre, una persona muy humilde por lo demás, decía que quería darme todo lo que a él no le dieron en su niñez y por ese maldito sentimiento de querer ser más para su hijo, el viejo murió por fatiga de material, no porque le cayese una viga en la cabeza ni mucho menos, murió por un desgaste óseo. Sus huesos no soportaron tanto trabajo por cincuenta años seguidos. Así que, directamente, podríamos hablar de un cuasi delito de homicidio, el por que lo contestare a la brevedad: Por consentir deseos que yo nunca quise y tratar de darme cosas que yo nunca pedí se fueron acortando los pocos años que ya en ese entonces le quedaban, nunca entendió que lo único que yo quería era estar con él y sentarme cuando ambos estuviéramos viejos tomándonos un trago. Recuerdo cuando quiso que yo, el prodigo como acostumbraba llamarme, estudiase, debo ser franco, no lo tome enserio hasta cuando él me dijo: “Si alguna vez quieres quedarte con todo lo que tus incultos ojos de campesino pueden ver más allá de tu sucia nariz, deberás estudiar”, en ese momento no lo entendí, lo único que logre ver en ese entonces fue un buey, dos canastas con verduras medias seca y un terrón gigante de tierra donde mi padre humildemente le vendía lo que sembraba y cosechaba a la gente que en ese entonces creía adinerada, que gran equivocación, pude ver lo realmente significaba todo eso para mi padre cuando por primera vez logre tener algo mío, pero completamente mío, un sombrero para escapar del sol. Mirando las grandes pertenencias de mi padre acepte con un gesto con la cabeza, siempre mirando al suelo, para espantar cualquier estimulo facial representase algún sentimiento.
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