Había una vez unas mariposas amarillas que vivían en un árbol vetusto. Un día decidieron recorrer horizontes para saber cómo estaba el mundo, sobre todo, querían oír sobre los humanos. Cuando las mariposas viajaban, una ninfa apareció en el espacio y extendió sus manos. De sus dedos brotaron hilos dorados que entrelazaron a las mariposas para atraparlas. Ellas asustadas quisieron irse lejos, pero la melodía que producía un instrumento de cuerdas, las detuvo. Al compás de la música la ninfa sacudía los dedos y tejió una red. En ella estaba una bola de cristal donde se mostraba al mundo.

La ninfa se introdujo en la bola de cristal y sacudió el cabello con tal fuerza que despertó a los elementales de la naturaleza. Los pájaros volaban sin sentido y por primera vez se les vio llorar. El fuego flameaba quemando todo a su paso. Los ríos y océanos se elevaban arrastrando consigo lo existente, la tierra se estremecía con furia.

En las manos de la ninfa había una balanza; y en cada platillo toda clase de seres vivos: plantas, animales tan grandes como elefantes y tan pequeños como pájaros, pero no había seres humanos. Las mariposas notaron que cada vez que un humano trataba de subir a la balanza, ésta se desequilibraba.

Las mariposas regresaron al árbol que las albergaba y le contaron lo que habían visto. El árbol entristeció y lloró por lo sucedido con los humanos porque como bien se sabe, según los escritos sumerios y la biblia hebrea, al centro del paraíso hay un árbol, el cual es fuente del conocimiento y de vida eterna.

Después de una profunda meditación, el árbol pidió a las mariposas buscar a alguien para talarlo y de su tallo extraer el papel para entregar a la humanidad lo visto por las mariposas, era imperativo que los humanos reflexionaran sobre ello.

Las mariposas enmudecieron de pena porque no tendrían dónde albergarse si cortaban su árbol, y aunque podrían apañarse en otro, habían creado un lazo de hermandad con ese árbol.
- ¡No, no permitiremos tu tala! – exclamó la más pequeña. Nosotras mismas llevaremos el mensaje porque desde la antigüedad más remota nuestra misión es alzarnos desde las ramas de los árboles y esparcir ideas, emociones, intenciones, proyectos, progresos y retrocesos en la humanidad, pero los hombres tienen libre albedrío y ellos deciden qué hacer con sus vidas.

Las mariposas se agarraron de las alas, hicieron un círculo y cerraron los ojos en señal de oración. En segundos, se oyó un estruendo seguido de una fuerte iluminación. Un polvo mágico se esparció por el universo rociando las cabezas de los seres humanos. Al levantar sus ojos, leyeron la visión de las mariposas y se cuestionaron por qué no había humanos en los platillos de la balanza. Nadie se atrevía a decir nada, pero todos conocían la respuesta; sabían que si bien la vida es un teatro donde se vive de ensayo y error, no podían ignorar que todos juntos debían colaborar para encontrar el equilibrio vital, renunciando al egoísmo y a la violencia. Sabían también que mientras no entendieran eso y no trabajaran unidos para lograrlo, permanecerían fuera de la balanza cósmica por la eternidad.

Las mariposas regresaron a refugiarse en su árbol con la esperanza de que algún día, los humanos aprendan a tejer el equilibrio de la vida para darle un final perfecto a su existencia.