Las calles que suben y las que bajan.
Las que vienen desde el sol,
las que se pierden en el poniente.
La calle de los primeros pasos
y la del triste adiós sin retorno.

Las calles de todas partes,
donde se afanan las gentes.
Las calles de todas las puertas,
de las cerradas, de las abiertas.
Las calles donde vive cada quien.

La calle de la panadería, la calle de la iglesia,
la calle de la tienda, la calle del cinema,
la calle de aquel parque, la calle del mercado,
la calle de la casa donde se hacían los helados
con el hielo del lejano nevado,
la calle de la niña aquella
donde se paraban todos mis pasos.

Por esas calles se fue mi infancia,
mi loca y entrañable adolescencia
como yo también me estoy yendo,
inclusive sonriendo, casi feliz,
como ésta que voy paseando.

La del hospital donde nací.
Sí, sobre esta misma calle
que lleva al cementerio.