Moribunda sensación,
tradiciones hermanadas en la contradicción,
contradicción de vivir,
de existir,
de revolver el pasado y extinguir,
de reventar y expandir los recuerdos
que en la reciente tarde de invierno
nos hicieron sufrir.
Farol estoico
en la soledad que degolla las musas
y las tira a un pozo,
pájaros de altamar desolados
que naufragan errantes
como consecuencia de un mundo
que los expulsó a la inmensidad sin reparos.
Criaturas infelices
que expusieron sus aberturas infectadas,
hombres sin voces
que prescindieron de un futuro de glorias
y de grandes batallas
porque el miedo también come y contagia.
Más ternura de la apropiada
¿será la adecuada?,
tu corazón leproso
se adueñó de la inocencia dolorida
y en vez de hijos parirás heridas,
sangrarás y existirás en cada esquina.
Patios cercados
por luces y rocas de sal,
que engrandecen la cautiva pena
de un gorrión que perdió sus alas
en una contienda de estrellas,
no hay dicha sin tristezas.
Allí te descubro impaciente,
esperando ese nose què de la vida,
pequeño hombre sin voz,
confusos rostros se acercan a mirarte
y te reís, con esa fiebre
usada como estimulante.
Cuerpos inmundos
colgados al sol y en cordeles,
te paseas entre ellos como anestesiado
y te desalmas ante sus sexos deformes,
si al fin y al cabo
te contagiarás de tanta realidad como ellos,
esperando "ese nose qué"
y colgado al sol de otros días sin nombres.
¡Ven aquí y no huyas
al son de los harapos que cargas!,
prepara la mente en guardia
y ten presente,
que has nacido para Ser
y no para obedecer,
has nacido y nada tienes por perder.
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