En días como estos es cuando pienso que las ansias son benefactores del anhelo. El frío no deja de recorrer mis pies cuando pienso en ello. Acaso es un suplicio mantener la cordura entre tanta felicidad, entre tan pocos días de felicidad. Inertes y suaves momentos que son y suelen ser tan reales, tan llenos de caricias y faltas de soledad. No puedo dejar de pensar en el frío que hoy envuelve mis dedos. Antes de que comenzara el día, ya estaba sentado en esa esquina, en el rincón donde el sol apenas llega, donde resuena tu voz y me confunde en cada despertar, ¿estarás nuevamente en este presente? o tan solo te has convertido en un sueño repetitivo, crónico y ajeno. Como si fuera poco, el frío llega a mi pecho y despierta un vacío que no logro llenar, un espejo que refleja todo excepto lo que más necesito hoy, tu calor irradiando los confines de mi piel entumecida.

Estoy pensando nuevamente sobre la impaciente forma en que el frío protagoniza y atribuye importancia en mi mente, como si fuera una fuerza que desplaza y desvirtúa todo, hasta el mínimo y perpetuo gozo de estar junto a ti. Todo lo que un día dije, esto no se acabará, hoy se congela y saca raíces a la fuerza, no hay nada que pueda detener esta tormenta invernal. Esta máquina alimentada por los sentimientos, hoy deja su servicio. Hoy se acaban las historias felices. El frío existir ha ganado y nada pudiste hacer. Yo tampoco pude.