Carta a un Ateo
(Todo pasa por algo)
Soy de la inmensa mayoría que no puede escuchar a Dios, que no ha encontrado a Cristo en los pobres, y que por más que le he puesto empeño solo he encontrado malos olores. Soy de quienes le hace sentido frases como “Es el destino” o “Todo pasa por algo”. Y en mi humana condición no creo estar muy alejado de la realidad y de la gran mayoría de los seres humanos, sin embargo, no puedo afirmar que esto sea un absoluto, habrá quienes lo han visto o lo han oído.
Yo también estuve sentado dudando de la cordura de quienes me decían que Dios estaba con nosotros o peor aún que Dios estaba en nosotros. Yo también terminé con dolor de cabeza después de escuchar por largos minutos las palabras sin sentido del sacerdote y me angustié creyendo llevar a cuesta una posesión demoníaca no deseada en mi alma, causante de estos malestares. Yo también salí del templo mirando al cielo y esperando vistosas manifestaciones de su incondicional amor hacia tan prodigiosa individualidad, manifestaciones que por supuesto nunca ocurrieron.
Y ahora después de haber estado años en este crisol que es la vida, más que condena resultó ser una amorosa bendición destinada a purificar la humana esencia. Me siento agradecido y en consecuencia comprometido a compartir las ideas que le dieron sentido a este andar. ¿Qué mejora en la humana esencia es posible en la tranquilidad de una existencia exenta de sufrimientos?
Este es mi testimonio. Se nos presenta a Dios esperando que seamos capaces de confesar su llamado aunque de seguro tal confesión sería considerada una mentira, una falta grave al mandato de santidad. ¿Qué especie de creyentes disonantes cognitivos desean que seamos? No escuchamos a Dios por la sencilla razón que Dios ya no le habla a cada uno. Todo lo que se permitió decir lo dejó en herencia escrita a quienes si les habló. Se nos pide que busquemos a Cristo en los pobres, una impronta imposible de lograr. Pues se nos enseñó que fue crucificado hace más de dos mil años, resucitó al tercer día para luego ascender al cielo. ¿Por qué se tomaría la molestia de bajar solo para que lo encontráramos?
Sé lo fuerte que todo esto me suena, desconozco sin embargo lo fuerte que les pudiese parecer a ustedes, pero el problema de cómo se nos muestra a Dios, se encuentra en la prostitución que el hombre ha hecho del lenguaje, para expresar enseñanzas colmadas de incoherencias. ¿Cómo no sufrir de dolor de cabeza con tantas incoherencias cuando se nos habla de Dios?
Dios no rige nuestros destinos individuales, a lo menos no el de quienes aún no se encuentran en el camino. Ya no son tiempos de jueces ni de profetas, hoy es el tiempo del aprendizaje a través de preceptos escritos y de la observancia atenta al ejemplo de su amorosa encarnación.
Dios está con nosotros, más cerca de lo que imaginamos, no en algún tipo de presencia o manifestación fantástica, sino que en los momentos en que hemos rogado desesperadamente su cuidado, y que él desinteresadamente ha alineando los eventos, que de otra manera hubiesen ocurrido azarosamente. El azar es el sello de su respetuosa observancia de nuestra condición de creaciones con voluntad, fluyendo sobre una realidad perfectamente cambiante.
Dios padre sí está en nosotros, a pesar de no poder verlo, a pesar de que nunca nos fue posible. Si podemos ver la certera evidencia de su presencia en todo lo que nos contiene, no en el sentido de caber sino más bien en el sentido de suplir amorosamente todas nuestras necesidades básicas. Dios padre también existe en el soplo de bondad que fluye desde nuestro propio interior. También podemos pensar que toda esta maravillosa creación hecha a medida para el hombre, solo corresponde a un evento azaroso perfectamente construido de leyes inmutables, compatibilizadas con lo natural del cambio, la adaptación y la evolución. ¿Podría ser posible que esta fina y maravillosa orquestación, incluida la perfecta máquina del cuerpo humano que nos permite cobijar la consciencia, sea producto del azar? Y si lo fuese entonces ¿Quién construyó el bendito azar que nos permite estar aquí? Nunca hemos sido abandonados, hemos sido dejados a nuestra voluntad individual para decidir alejarnos o regresar a nuestro propio origen de creación. Si este texto te hace sentido ¿Todo pasa por algo?
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