Los dos, uno al lado del otro sentados en el desnudo concreto de la vereda ubicada en las afueras de mi casa, a las tres de la madrugada una calida noche de verano.
Ella conversa animadamente tratando de explicar por qué imprevista y rápidamente regresó a su ciudad natal sin despedirse de nadie; yo escucho con atención el relato viendo como viste su pálido rostro con una sonrisa al sortear hábilmente cada una de mis preguntas.
Meditabundo enciendo dos cigarrillos entregándole uno de ellos; desentendidamente alzo la mirada observando el estrellado cielo nocturno, inmerso en mil cavilaciones lentamente expulso el humo que retenía en mis pulmones.
_ ¿Ves esa estrella?_ Preguntas pasado algunos minutos.
_ ¿Cual de todas?_ Agudizo mi vista.
_ Aquella, la mas brillante.
_ ¿Esa que esta justo enfrente de nosotros?_ Respondo apuntando con mi dedo índice.
_ Efectivamente, esa misma. ¡Es mía y te la regalo!_ Ella sonríe.
_ Esa estrella se llama Sirio, es una de las nueve estrellas mas cercana a nuestro planeta y para ser sincero no creo que tenga dueño.
Nos quedamos en silencio; ella fuma dibujando una mueca parecida a una sonrisa al mismo tiempo en que posa su cabeza en mi hombro. Los dos, uno al lado del otro sentados en el desnudo concreto de la vereda afuera de mi casa a las tres de la madrugada una calida noche de verano.