Canto a Reinaldo Arenas

Alejandro Arrieta
24 de agosto 2017

¿De qué te ríes
Reinaldo?
Pienso
mientras miro
tu foto.
Estás allí
sentado,
el cabello enmarañado.
Vistes camisa floreada
y cortos blancos.
Miras el mar
(¡otra vez el mar!)
Sonríes
tus ojos tristes
se iluminan.
La tarde en que
reposas
es una de verano.
Estás lejos
no por voluntad
no por gusto.
Estás allí
lejos
de todo
y de todos
¿Lejos de tí
también?
Libre al fin
sí, libre
porque
tu siempre
has sido
libre.
A pesar de los que
con rabia
te persiguieron.
Los que ofertaron
racimos de utopías
y a la primera
oportunidad
te apresaron
para guardarte
con los locos,
los enfermos mentales
y los pacíficos
testigos de Jehová.
Te incautaron los sueños,
los versos
y el poder manifestarte.
Te tatuaron en la frente
la palabra “enemigo”.
Eso pensaron que eras.
Tú Reinaldo
fuiste su enemigo
por ser Celestino.
Nunca dijiste
que no elegiste
ser Celestino.
Aunque se los
hubieras dicho,
No lo hubieran
entendido.
Los imagino gritándote
afuera de Casa de las
Américas:
Enemigo, enemigo
¡enemigo!
¡Pronto,
quítenle la libreta
de razonamiento.
Mándenlo a los campos
de reacondicionamiento.
Bórrenle la pinta de poeta.
¡Cásenlo! Que se haga hombre.
Que recuerde que en una
revolución
se triunfa
o se muere,
si es verdadera.
Y así Reinaldo
mientras los barbudos
construían al
hombre nuevo,
a tí se te borró
de la historia.
¡A tí!
La promesa más firme
de las letras cubanas
contemporáneas
Reconocido por
Lezama Lima,
Respetado por
Retamar y
Cabrera Infante.
Cobijado por
Virgilio Piñera.
A tí Reinaldo
te oprimieron
te asfixiaron
te persiguieron
hasta el punto
de premiar con estímulos
revolucionarios
a tu familiares
y vecinos,
siempre y cuando
te delataran.
Viviste escondido entre
el follaje de los árboles
de los parques
de la Habana.
¡Tú, novelista y poeta!
¡Cómo un gorila entre los árboles!
¡Celestino antes del Alba!
Los desquiciabas
porque enamorabas a los jóvenes,
a los flamantes jóvenes
de las juventudes
comunistas.
La vanguardia,
los hombres nuevos
y libres
de la nueva nación libre
de los trabajadores libres.
La élite de la patria.
Los hijos de todos,
los prohombres.
A esos tu los conquistabas.
A los hijos de Fidel
y de Camilo.
A los que tan vigorozamente
gritaban en la plaza
de la revolución:
¡seremos como el Che!
A esos
enamoraste
con caricias
y versos.
Por eso todo
el politburó
a una voz gritó:
Enemigo, enemigo,
¡enemigo!

II

Pese a tanta desventura
tu sonríes, Reinaldo.
Qué distinto
a ellos.
Si los vieras.
Humedecen
el micrófono
con tanto coraje
que les escurre
de la boca.
Fruncen el ceño,
viven molestos
y ya no son los
mismos.
La Habana es una
vieja
que vive de glorias
pasadas.
Con la revolución
pasa lo mismo.
La URSS ya no existe.
No hay más “patria
de los trabajadores”,
ni muro de Berlín.
Gorbachov alguna vez
grabó un comercial
para MC Donalds.
Es por eso que
sonríes, Reinaldo,
porque tú sabías
que esto pasaría.
Pero te lo guardaste
como un secreto
o como un recurso
para jugarnos
una broma.
Sabías que todo se derrumbaría
y que sería el más bello
epílogo
para tu Pentagonía.

Lo sabías
Reinaldo
¡Lo sabías!.