Me faltaron palabras,
me faltaron ideas,
un sentido se apagaba en mí
y contemplaba tristezas.

Desconectaba a menudo
de las colectividades etéreas,
imaginaba otra realidad
en donde era comprensible mi existencia.

No me importaban los status,
renegué de ellos como círculos macabros
y habitaba en las soledades lánguidas y rotas,
habitaba dentro de mi ser
y para correr no había escapatoria.

Algo volvía a morir en mí
y mi corazón ardía en el caldero
donde peregrinaban sin rumbo certero
los pensamientos,
algo moría en ellos
pero ponían de manifiesto mis defectos,
reclamando mis dolores
para contentar sus espíritus pequeños.

Renacía en la marginalidad de mi vida,
de este día y de los que vendrían,
el poder del conocimiento mundano
me alejaba de establecer y darle entidad
a mis pilares internos
¡y nadie comprendía!,
se creían dioses
reproduciendo palabras vacías,
palabras que dijeron otros
y que, tarde o temprano,
caudicarían en la incertidumbre que ocultaban sus rostros.