La última caminata del veintitrés de mpviembbre de Blas fue bella. Esa semana había recibido una amenaza, pero decidió no hacer caso. Le habían dicho que para el veintitrés de noviembre estaría muerto, y él no hizo caso.
Le advirtieron que para el veintidós en la noche su mujer no volvería a casa, y no hizo casa.
Le advirtieron que para el veintitrés en la tarde su hijo no llegaría a casa del colegio, y no hizo caso.
Le dijeron que si salía de casa a las nueve y media de la noche del veintitrés, podría hablar con el culpable y que les daría a los suyos, o al menos las condiciones para devolverlos sanos y salvos a abrazarlo. Él creyó que era mentira.
Y así pasó la semana. El lunes veinte recibió la amenaza, pero no la tomó en cuenta. Cuando su mujer avisó que iba a la casa de su prima y que volvería tarde, ni se acordó de la amenaza. Solamente lo hizo cuando despertó al día siguiente para volver a la oficina y no la encontró a su lado.
Anduvo todo el día con un nudo más en el cuello, pero él le echó durante todo el día la culpa a la corbata de su malestar.
Así, llegó a casa sin encontrar a su hijo y, en pocos segundos pasó de no acordarse de la amenaza a determinar que a las nueve y media saldría a caminar al mismo lugar que solía ir años antes. Se decía para sí mismo que lo encontrarían fácilmente. Si sabían qué hacían su esposa y su hijo a una hora equis, sabrían que él iba a la pequeña plaza que quedaba cerca de su casa, así que ya se rindió y se fue a caminar a la hora indicada.
Muerto de miedo, llegó, se sentó y se dio cuenta de que la noche era preciosa, con brisa fresca y un silencio inusual. Le gustó estar ahí, aunque esperara para ver a su familia y hablar con un criminal o un asesino.
¿Por qué a él? No lo sabía. La verdad es que solamente sabía que quería a su familia de vuelta.
Suspiró y encontró que el aire, de una forma u otra, era delicioso. Se había olvidado de lo que era salir en plan de ocio y disfrutar de los alrededores en la noche.
No obstante, nadie apareció. Pensó entonces que todo eran coincidencias y que todos llegarían, o que le contestarían los llamados.
Cuando abrió la puerta de su casa, se encendió la luz.
-¡¡Feliz cumpleaños!!
El alma le volvió al cuerpo, pero cuando realmente se emocionó fue cuando miró a su lado y vio a su hermano.
-¿Tú lo planeaste todo?
-Así es. Este es mi regreso.
-Siempre te gustaron las entradas espectaculares...
-Y tú siempre olvidándote de todo... Nosotros nos acordamos por ti, hermanito. Tienes que relajarte más. |