Ellos siempre buscaban formas de hacerme sentir mal, no querida, de provocar la inestabilidad de mis emociones, de engrandecer el sentimiento de soledad y devastación.
Ellos me marginaban, reían y se sentían a gusto entre ellos, el feto irrisorio no encajaba. Con los años observé cada una de sus miserias, desagradables y cínicas, me detestaban porque representaba lo que ellos nunca se atreverían a ser. Me callaban porque mis expresiones eran estruendos que rompían los moldes de mediocridad que reflejaban sus frustraciones y jaulas de sometimientos que se oxidaron en su conciencia. Les escupí la verdad y me rompieron la cara.
La soledad estallaba contra mi mente en esta preciosa tarde de Agosto, me despojaron de todo y aún sobrevivía, aún el frío era inevitable después del llanto.
Siempre sola, siempre conmigo misma,
abrazándome de esperanzas y estímulos. Todas las personas, y todas las palabras que salían de esas bocas no merecían el impulso de no cavilar sobre el sentido emitido.
Algo cesa y languidece, algo congela mis pupilas hacía una proyección que transcurre por dentro. El alma no duele pero hay cosas incomprensibles, hay sensaciones de asco que ornamentan la tibia tarde que se tiñe de inercia.
Sin un abrazo,
sin un beso,
sin amor,
sin nada que genere dependencias afectivas.
Siempre tratos desagradables, recelos,
¡siempre el mundo a cargo de los cobardes!,
siempre existir y que te hagan perecer tal existencia.
El llanto da frío, y sueño,
la tristeza enjuaga y se aquieta en el fondo de la pena,
tengo sueño,
y un dolor que succiona la pasión del corazón y me arroja al destierro de mi cuerpo.
Siempre sola, siempre rota.
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