Salí apresurada de casa. La mañana estaba nublada, con leves chubascos lo que me indicaba que sería un día más de invierno, frío y solitario…
Destino : Los Ángeles.
Actividad : Cancelar mi inscripción del seguro del auto y compras…
Tiempo de llegada al lugar : Una hora si no se presentan problemas en el camino, pues es ruta de buses y camiones… El horario de salida, nueve de la mañana, a veces se torna caótico pues es día viernes
Llegué al garage apresurada, abrí la puerta de entrada, en realidad sin preocupación, pues el día antes había revisado el aceite del vehículo, había puesto aire en los cuatro neumáticos y llenado el estanque de bencina.
Pero… de pronto estaba allí, frente a mi, en el costado del auto. Semi tumbado en la tierra, de manera totalmente desconocida para mí.
Lo primero en pensar fue, que mis planes se acababan de desmoronar.
Lo segundo, al verlo tan “decaído”, fue que no tenía muchas posibilidades de ayudarle, pues no tenía en absoluto experiencia de “animar” y/o volver a “activarlo” en la posición que se encontraba…
Debo admitir que…a pesar de mi edad, pues… no tengo experiencia. No he dado tiempo, espacio ni me he preocupado de relacionarme con ello. Nunca me había encontrado en una situación así, nunca.
Lo miré… y con un suspiro profundo me acerqué a él.
Parecía mirarme pidiendo ayuda… pero no me podía hablar. Pensé… si tan sólo fuera un animal… no sé… de alguna manera me habría dado cuenta cual era su dolor, su problema; Pues… adoro los animales y siempre o casi siempre no ha sido difícil saber lo que quieren, lo que buscan o lo que les duele…
Sentía dentro de mi que no había nadie más (por lo menos en ese momento y lugar) que pudiera tenderle la mano. Además… en ese momento, ambos nos necesitábamos, definitivamente los dos nos necesitábamos.
Lo sujeté, y no fui capaz de levantarlo. Tuve que casi abrazarme a él, rodeándolo con mis brazos…
Logré levantarlo, sacarlo desde donde estaba, moverlo… y con mucha preocupación llevarlo donde pudieran volverle a la vida, donde pudieran a ambos ayudarnos.
Demás está decir que mi viaje, a estas alturas… ya estaba olvidado. Definitivamente él era más importante.
En casa ya se preocupaban… “En dos horas puede volver a buscarlo”, eso me dijeron, quienes muy atentos lo recibieron y ubicaron en un buen lugar a espera de atención.
Y allí lo dejé, rodeado de gente, de ruido, pero con la seguridad que ellos profesionalmente lo ayudarían.
A las dos horas regresé, preocupada… Y allí estaba él, feliz de la vida. Como si nada le hubiese pasado… ¡Fuerte, listo para continuar!
Lo abracé, le ayudé a subir al vehiculo de una persona, a quien le había pedido me acompañara a buscarle. Cancelé, agradecí y volvimos a casa, al garage donde lo encontré muy a mal traer…
Mi acompañante ayudante se fue y yo… muy nerviosa, ansiosa, y con una leve sonrisa en mis labios… lo tomé nuevamente, le dí unas palmaditas en su costado y lo dejé suavemente en el suelo.
Por primera vez en mi vida (y ya son 52 años), con esos nervios de la primera vez… lo ubiqué en su lugar y comencé a colocar ese neumático trasero izquierdo del vehículo, en su posición.
¡¡Misión cumplida!! Por primera vez había cambiado un neumático de vehículo, y… espero que no se repita muy luego.
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