Malditos y poetas,
escondidos en un baño
por miedo a la transformación,
honestos y siniestros
jugando al amor.
Los pensamientos no me abandonan,
el dolor llega como un incendio en la memoria,
tu recuerdo deforma las esperanzas
que he labrado con lágrimas en mi alcoba.
He sido lo peor que he podido,
he personificado mis demonios hasta el delirio,
he juntado libros y precarios tesoros para llevarlos,
he colgado clavos y cuchillos en forma de crucifijos,
he ridiculizado a mi madre,
he maltratado a mi padre,
me he tragado los vínculos rotos del pasado,
he quedado sola en el mundo
y aun así,
eras lo único verdadero que la vida me había reservado,
¡escapando de vos!, olvidé en el armario
la creación que me abrazó en el desamparo.
No quería la distancia entre nosotros
pero ahora tengo miedo de salir a la calle
y enfrentarme con el reproche de tu rostro,
tengo pánico
de que vuelvas a escarbarme dentro de los ojos,
de que te comas mi alma
y te adueñes de su calma.
Los pensamientos no me abandonan,
siguen golpeando,
se manifiestan aturdidos
y aún no he hallado un lugar
que me mantenga a salvo,
y a través del silencio te sigo llamando.
Aturdida y rota,
casi poeta, casi loca,
pienso en la monotonía de tus días
y en los tiempos despiadados
que vendrán a toda prisa,
rememoro tu fanatismo por los tiranos
y no hay hermandad, en la filosofía que pregonamos.
Me duele el mundo
y dormiré con el alma temblando,
me duele pensar en los besos que nos faltaron,
en la fuerza y el movimiento de tus manos,
me dueles dentro del gerundio amando
pero tendré que olvidarte
y dejar mi pena flameando
sobre la copa de un árbol;
¡tendré que enterrar el pequeño pájaro cantor!,
-huérfano del perdón mi yo-,
en el hueco horadado
que dejó el corazón al ser mutilado.
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