Estaba sentado en el banco, como toda las mañanas.
No es un banco especial, ni lustroso ni lleno de mierda, es solo un banco que me gusta porque me deja ver el mar entre los edificios del viejo muelle, mientras fumo.
Solo es un puto banco. Tampoco es para darle tanta vuelta.
Pero estaba sentado en el banco, en mi banco, fumando, solo como siempre.
Hacia frió y me subí las solapas del abrigo para proteger las orejas, pero el culo seguía helado. Puto banco. No tengo solapas para abrigarme el culo, pero el cabrón del banco es el único que me permite ver el mar, por entre los edificios del viejo muelle.
Por eso me gusta. Yo lo llamo: mi banco.
Apenas está amaneciendo y ver al sol salir me tranquiliza. Siempre pienso que mañana igual no sale el sol; Al menos para mí. Pero antes de ir a buscarme la vida para comer me gusta ver salir al sol, iluminando el mar por entre los edificios del viejo muelle, sentado en mi banco. Pasando frío.
Fumando.
De repente se posa un pájaro larguirucho en mi banco. Ni lo vi venir porque estaba distraído, pero si oí el aleteo. El pájaro era un descarado feo y desgarbado, como yo, y me miraba con esa curiosidad que se refleja en los ojos de las mentes pequeñas. Inocuas. Inocentes. Él ni se imagina que puedo matarlo de un manotazo si quiero, de lo cerca que está. Pero solo me mira y luego mira hacia donde yo miro. Hacia los edificios del viejo muelle, al sol que sobresale sobre el mar.
Simplemente se posó allí a mirar como yo, solo que él no fuma. Solo mira. Aletea. Se despioja las alas y vuelve a mirar. Quizás esté esperando la hora de buscarse la vida para ir a encontrar algo de comer, como yo.
Pero no sé por qué espera tanto. Yo tengo excusa; Aún no acabé mi cigarro.
Podría matarlo de un manotazo, si quisiera.
Se quedó observando la brasa de mi cigarro, como hipnotizado. A lo mejor en su mente estúpida de pájaro piensa que es algo rico para comer. La brasa se reflejaba en su ojo como un punto de luz naranja. Como un pequeño rayo robado al sol. Le llama la atención y yo me quedo quieto mientras mi cigarro se consume… y él solo lo mira.
La brasa de mi cigarro se refleja en su ojo de miserable presa.
Solo tendría que sacar la mano y lo mataría, de lo cerca que está
Ahora se picotea la pata. Seguramente algún piojo molesto. La ceniza cae de mi cigarro y se asusta. Hace un amago como para salir volando, pero no se va.
Me mira y vuelve a mirar hacia donde el viejo muelle.
¿Quien sabe por qué? ¿Quién coño sabe lo que piensa un pájaro?...Será porque allí se busca el sustento. Para él es solo unos minutos de aleteo. Para mi seria una vida llegar. ¡Puto pájaro suertudo.! Con esas alas yo me iría muy lejos y el estúpido sigue aquí, en mi banco, moviendo su pequeña cabeza roñosa de allí para allá pensando no se que cosa que piensen los pájaros roñosos como este.
Si tuviera alas me iría lejos, tanto que ni si quiera echaría de menos este puto banco.
Pero solo tengo solapas para las orejas y casi tampoco me protegen del frío.
Ni para eso me sirven.
De pronto, con un impulso inesperado levanta el vuelo y pasa apenas por unos centímetros de mí cara, rápidamente, asustado por una vieja que se acaba de sentar en mi banco, que ni siquiera vi venir, porque estaba distraído.
El cabrón del pájaro aletea rabioso hacia los edificios del viejo muelle, allí por donde veo salir el sol, por encima del mar. Puto suertudo. En menos de lo que espero desaparece entre la neblina y dejo de verlo.
Miro a la vieja. Me mira y sonríe un segundo sin hablar y mete las manos en su bolso, nerviosa, como buscando algo...
Me levanto. Le tiro la colilla acabada a la cara, escupo en el suelo y farfullo un taco. Ella se queda sorprendida, pero no dice nada. Solo agacha la mirada y sigue hurgando no se qué en su bolso.
¿De que coño voy a hablar con una vieja?
Le doy la espalda y me voy. Aprieto las solapas de mi abrigo contra mi pecho y me imagino que son mis alas y ando por el camino hacia la neblina, hacia donde sale el sol por encima del mar, por entre los edificios del viejo muelle.
Seguro que encuentro allí algo para comer, aunque me cueste una vida llegar.
Me enciendo otro cigarro.
Fumo y me doy cuenta que la brasa de mi cigarro es del mismo color del ojo del pájaro.
¡Cuantas cosas habrán visto esos ojos!
Podría haberlo matado de un manotazo, si hubiera querido.
Pero esa oportunidad ya pasó.
Como las demás.
Mañana al amanecer volveré a mi banco.
Bueno…
Si vuelve el pájaro, será nuestro banco.
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