Suena el teléfono, lo observo y no me atrevo a levantarlo. Sé que es ella. Sé que está tan drogada como yo pues le vendí el falso hace unas horas.
Insiste el teléfono. Desde mi posición no puedo hacer mucho, me encuentro esparcido en la habitación, me encuentro reducido a una partícula de polvo blanco sobre el escritorio de madera.
Saco fuerza de no sé dónde, me aproximo al aparato, lo levanto.

- Maldito imbécil, me diste muy poco. - me dice histérica, como si 5 gramos más de lo que se acostumbra por el precio que pagó no fuera suficiente muestra del cariño que le tengo.

- Me vas a llevar a la quiebra, coquera de mierda.

- La necesito para...

- No me importa para que la quieras, ya te he dado suficiente. - La interrumpo antes que retome la actitud histérica y problemática.

Cuelga el teléfono, yo lo sostengo al lado de mi rostro por un momento antes de ponerlo en su sitio, como si fuera a decirme algo más. Me sirvo otro vaso, jalo otra línea, Él me observa sentado desde mi sitio, arma otra línea, la jalamos.