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Caliente y frío

“Ma che freddo fa”

Medio en duermevela recordé lo de “montar”… Me reí y me dije que la próxima vez adaptaría el texto a nuestra situación…

Entonces llegó a mi memoria el momento exacto en que apareció la palabra aquélla entre nosotros…

Y la evocación comenzó a acariciarme el sueño…

Imaginé la escena. En tu cama blanca, a oscuras… Yo recitándote a media voz… Y, tras la parte de “La mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío”, me acercaba, despacio, a tu oído… Y te susurraba, lento…

“Aquella noche corrí
el mejor de los caminos.
Montada en potro de nácar,
sin bridas y sin estribos”.

Y, luego, agregaba…

“No puedo decir,
por recato,
las cosas que su lengua me hacía.
La luz del entendimiento,
me hace ser muy comedida”.

Ahí venía un beso y, después, una pausa larga…

Para honrar estos otros versos…

“Creé la lengua de la boca
que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender a hablar…
A ella, ella, la bella nadadora,
desviada para siempre de su rol acuático
y puramente acariciador.”

Entonces, tras los menesteres del caso -o los regalos de buena voluntad- como prefieras, me ponía contenta y a reír. Fuerte. Abiertamente.

Tú sabes, así me pasa cuando las cosas andan bien.

Y, en eso, me asaltaron las líneas de Teresa:

“Tus caricias de azúcar,
más ricas que panal de abejas,
más suaves que una mano con jabón,
más ardientes que carbón en la parrilla”.

Me detuve en “una mano con jabón”.

Imaginé que habíamos ido al jacuzzi aquél...

Imaginé un tiempo juntos en el agua tibia…

La piel mojada, las burbujas, la espuma…

Y me invadieron las reminiscencias de aquella conversación de ultramar.

Con sus réplicas y su desenlace…

Delicioso…

De fin de semana con alargue.

Ahí, no sé muy bien cómo, pero con mis ojos cerrados, pude volver a sentir tu lengua suave y tu temperatura perfecta…

Luego, plácidamente, igual que en el sofá de tu casa, todo eso se fue haciendo cuerpo húmedo en mí…

Mis caderas se envolvieron en un vaivén de olas, y empezaron a moverse, como hechizadas por una melodía ancestral…

Mis manos, ciegas, procuraron emular tus dedos diestros…

Y, así, mi mañana de día feriado comenzó a tomar un ritmo candente, bajo las sábanas...

Además, no había nadie cerca, así que podía darle rienda suelta a mi voz…

Recordando tu pericia para montarme, te visualicé jinete…

Y estuve cabalgándome, sola, pero contigo en la mente…

Y todo fluía…

Fácil, líquido, dócil…

Sin apuro.

In crescendo.

Gentilmente.

Te imaginé… Erguido y abundante.

Ávido de mí.

Saboreándome entera…

Encendiéndome… Maravillosamente…

Con maestría y delicadeza…

Y, luego, como un esgrimista avezado…

Profiriendo estocadas …Certeras y cadenciosas…

Sí…

Así…

Más…

Momentum …

Intenso… Prolongado… Reiterativo.

Los tonos álgidos se imponen…

Flamígeros… Poderosos… Sublimes…

Y… Comunión de Battimento.

De piel… De dedos… De bocas…

Entro en trance…

Vasto e Invencible.

Deleite de caricias…

Exquisitas… Peregrinas… Insuperables….

Y… Arrebato de Trémolo…

Redoble… Encandilador… Ondulante.

Esténtores…

Diáfanos… Determinantes… Definitivos.

Inmolación.

La “petite mort” me alcanza….

Prolífera… Magnánima... Extensa.

Y me cubre con su manto vaporoso …

Me pongo feliz.

Se inicia el descenso…

Disfruto de las sensaciones, dulces y volátiles, que va dejando su abandono paulatino.

Descanso.

Pienso en que ojalá yo fuera tan valiente -y tan bella y tan elegante- como Teresa. Quien, aristócrata y rebelde, sin temor a su clase y a su tiempo, le escribió a su él, algo que, si yo me atreviera, también te mencionaría a ti:

“No me da vergüenza decírtelo: verdaderamente te deseo;
jamás se me ha olvidado el saber de tus caricias
y el encanto que ellas me producían.

Cuando me encuentro, como ahora, en la cama,
tengo que dominarme
para que con la evocación de las escenas pasadas
no me venga un vértigo de fiebres
y me enloquezca de imposibles”.

“Me enloquezca de imposibles”… Repito.

Sí, recuerdo las innumerables veces que tu cuerpo enloqueció al mío…

Sí… Lo recuerdo…

Me da un poco de risa.

Empiezo a gozar con la remembranza…

Y ésta me moja de nuevo…

El vaivén de caderas regresa.

Sedoso…Placentero… Insaciable.

Vuelves a mi cabeza.

Yerto y generoso.

Asertivo y canchero.

Desplegando lamidos eximios…

Ricos… Pródigos… Abrasadores…

Sí…

Así…

Sigue…

Ahora de espaldas.

Desde el cuello hacia abajo.

La respiración se acelera.

Te siento sobre mí…

Preludio.

Atrevido… Imprudente… Magnético.

Estoy como flotando en una lujuria voluptuosa…

Los gemidos atizan el ambiente…

El movimiento anuncia el solo de ópera…

Y entra el Aria…

Diva… Egregia …. Ardiente…

Escalando en gloria y majestad…

Y, al tempo justo,

Altiva y soberbia,

Entona su AAAAAAAAAAAAAHHHHHHH…

Encumbrado y sostenido…

Y me iza al cielo con sus alas de fuego…

Columpiándome en notas flameantes …

Extendidas… Magistrales… Refulgentes …

Inundando el escenario en pleno con su voz de magma…

Deslumbrante y monumental

Mayestática y resplandeciente.

Diva y volcánica….

La explosión llega…

Estrepitosa… Y fatal.

Bañando todo el espacio con su esplendor de lava.

Finale.

En el aire flanea aún el vibrato …

El telón cae.

Ovación.

Divina y reverberante…

Que se va disipando en un diminuendo…

Meloso…Frágil… Esponjoso.

La respiración se amansa.

Hay abrazos… post…

Y risa…

Estoy exhausta.

Lentamente, como en tornasol, todo comienza a volver a lo real…

Las sábanas están muy húmedas.

Me da mucha sed.

Entonces…

“Despierta el verso dormido”…

Los vocablos de Teresa reaparecen… “Me enloquezca de imposibles”.

“Imposibles”… Digo...

Vistiendo con sonidos al eco callado, y a veces amargo, que deja la impronta de ese término...

“Imposible”… Murmuro …

Y esa palabra, densa, se queda levitando encima de mí… Opacando mi ensueño.

¿Cuándo algo es en verdad imposible?... Divago…

Y, quizá por eso, me viene a la memoria un artículo reciente sobre el movimiento de las bacterias.

El estudio, que leí hace poco, es de unos físicos chilenos y decía que las bacterias pueden avanzar en una misma dirección o cambiar su rumbo. Las que lo mantienen por mucho tiempo se llaman bacterias persistentes.

Estas bacterias persistentes, además, pueden permanecer por largas estadías en un mismo lugar. Eso propicia la comunicación entre ellas, lo que facilita la adherencia a las paredes del organismo al que visitan, ergo que lo colonicen y lo contaminen. Lo que, a su vez, dificulta extremadamente su eliminación posterior.

Pensé entonces en nuestra conversación de despedido… Y en el cariño no correspondido… Cuando, pese a todo, se queda… porfiado, insistente. En ese contexto… ¿Se convierte en posible? Es decir, aunque sea por cansancio, su persistencia ¿termina ganando admisibilidad en el otro, como las bacterias en el ser que invaden?

O sea, finalmente, dada su tenacidad, ese cariño no deseado ¿se hace también comunicación adherente en el otro, conquistándolo hasta el punto de casi anular su erradicación… enloqueciéndolo de imposibles, literalmente?

Y en ese caso, ¿sería un contagio, tipo asura hindú, como el que produce la bacteria “Klebsiella algo”, o sea maligno, pese a su nombre bonito de estrella de cine italiana?… O…

¿Tendrá un efecto alquímico, conveniente y bondadoso, estilo deva budista, como el del bacilo “Pseudomonas putida”? cuya denominación engaña por su estela lasciva y promiscua, pero que, en realidad, se encarga de limpiar el agua sucia.

¿Cómo las bacterias saben si mantener la dirección o modificarla?... ¿Qué se conoce de ese mecanismo de decisión? Dado el éxito irrebatible de “okupa” en una plétora de casos ¿se puede imitar?...

Y así el espiral de preguntas al respecto crece, y engorda sin control, hasta hacerse una maraña enredada que pesa… No me la puedo. Eso es para los investigadores expertos como tú. Así que, yo, rauda, la guardo en mi cajón -sin fondo, oscuro, frío, y desafortunadamente repleto-, de las cosas inciertas.

El sol matinal ya está instalado en mi cama y tu recuerdo, con la vigilia, comienza a evaporarse… Como el agua marina en la madrugada. Y, también, como ella, a transformarse en bruma.

Cabe señalar que, a veces, contigo, me elevo mucho, no sé si tanto como para sentir que somos “los elegidos del sol” … Pero, al margen de eso, en la noche última quedó claro que el proyecto “nosotros” nunca existió. Al menos no de ese modo… Tú entiendes…

Y, por eso, y por lo de las bacterias, esto quizá aplica, pero sólo en parte…

“Ahora somos una tristeza contagiosa
Una muerte antes de tiempo
El alma que no sabe en qué sitio se encuentra”.

En cuanto a la línea culmine, no creo que a ti, pero a mí, y pese a los recientes descubrimientos en Cambridge sobre la existencia y ubicación del alma, sí, muy a mi pesar, me pasa… levemente. Me pasa, digo, que, a veces, el alma se me pierde... un poco.

Vuelvo a pensar en Teresa…. ¿Debería yo también decirte todo esto a ti?... No tengo su desparpajo. No soy tan osada… Ni tan fina, ni menos tan linda. Al respecto, me parece que, para estas cosas, funciono más como Alfonsina… Donde parte de sus letras públicas ulteriores fueron:

“Si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...”

De ahí surge, en la célebre canción en su homenaje,

“Y si llama él, no le digas que estoy; 
dile que Alfonsina no vuelve. 
Y si llama él no le digas nunca que estoy; 
di que me he ido”. 

O sea, más que clamar a los cuatro vientos, aunque sea desde diarios íntimos, como lo hace la bella indomable, escojo los gritos ahogados de silencio, como los de quien derrumbó su mundo en una muerte de mar.

En todo caso, en la era del Smartphone, casi no va lo de endosar recados a otros. Y, de todos modos, yo no tengo a nadie para pedirle que, si llamas tú, te diga que no estoy.

Así que, “bref”, prefiero la pena muda, aunque queme el alma con sus colores fauvistas, como “El grito” de Munch.

Pero, dada la globalización, probablemente, de todo esto, te vas a enterar igual y, en virtud de ello, es mejor que te lo diga primero yo…

Así que, en relación con el tema que nos convoca, tal como te comenté antes, en esa otra ocasión, citando a Obligado, me siento obligada a decirte, que…

“Esta pena mía no tiene importancia…
Sólo es la tristeza de una melodía, 
y el íntimo ensueño de alguna fragancia…”

De hecho, yo, como ese autor, asumo que “es mía la culpa de no ser variable” …

Además, no olvido tus palabras de eutanasia, asesinas níveas de esperanzas inviables, que dijeron, con las manos entrelazadas de cariño y la voz cándida, pero prístina, que Mademoiselle Variedad es la reina del baile. Así que aquí no hay “táctica ni estrategia” que valga para calzarme la corona única, porque esto para ti, hoy, no va de tango, sino de milonga… ligera y colectiva.

Lo sé. Lo entiendo. Hasta, como te dije, me parece adecuado para ti. Pero eso es desde la razón. En el pecho me carga. Me lleno de celos que aprietan. Y no puedo evitar martirizarme pensando en que… “De otra. Será de otra, como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro, sus ojos infinitos”.

Otra que pueda gustarte más que yo… Y en ese caso compartirte se vuelve competencia… Yo no te quiero en torneo ni de trofeo. Te quiero apacible, como domingo de la mano por el parque. Por eso no puedo soportar que tengas la posibilidad de otras.

Y si bien comprendo perfecto la necesidad de degustación y diversidad, en especial tras un largo período en veda, igual me da rabia que, después de lo vivido juntos hasta aquí, no me elijas a mí, sólo a mí, en exclusiva.

No sé por qué quiero tanta posesión contigo, pero, muy a mi pesar, la quiero. Incluso me vendría bien seguir en algo ingrávido. Pero, por alguna causa desconocida, y absolutamente discordante con el momento, no puedo, aún no, al menos en teoría. A ti, yo te quiero mío y para mí. Sin nadie más en el ring.

Pero sé que no es carta… Y entonces me retumba, otra vez…

“En las noches como esta lo tuve entre mis brazos.
Lo besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Porque en noches como esta lo tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberlo perdido”.

Por sanidad espiritual me voy a esmerar para salir de la fase en la que estoy contigo, donde sólo tengo ojos para ti. Te conté, soy monógama en serie. Por ahora me cuesta dejarla, pero ambos sabemos que no es tan difícil cambiar ese estado… y consumarlo… como “Dios manda” …

Pues, en general, a nadie le falta Dios. Ni a un ateo como tú, ni a una agnóstica como yo. Y, con eso resuelto, quizá pueda ser más indulgente y amigarme con lo de “lo prefiero compartido” …

Al respecto, y sólo para el “record” de rigor, sé que el punto “variedad” siempre estuvo en el acuerdo, pero, en algún minuto, en mi radar se atenuó y la confirmación explícita, de su presencia perenne en nuestro trato, me llegó un poco tarde. Cuando los capullos de sentimientos que, si no hay eco, no deben ser, ya habían brotado.

Y por eso el deshacer esto del corazón tomará algo de tiempo. No lo acompañaré con “cerveza o ron”, como en esos versos de puerto, pues, yo, como sabes, prefiero el vino tinto.

Ahora, es esperable que haya algunas lágrimas. Te diría que no te preocupes, que apelaré a la moderación, pero la verdad es que serán las que tengan que ser.

También creo que, a juzgar por los últimos acontecimientos, la mano se viene con derroche de letras, a veces algo impúdicas, pero será sólo por un período… Breve… Creo.

Pues, seguro, las cosas seguirán como siempre y, por eso, más temprano que tarde, la calma irá llegando. A su estilo, liviana, sin prisa, para quedarse y acomodar todo hasta la permanente quietud.

Puesto que, como los físicos indican, si la materia activa no tiene energía del medio para generar movimiento, se des-anima, literalmente, o sea mata su “ánima”. Es decir, su capacidad de moverse, por ende, de crecer. Así, tiende a la inmovilidad, hasta que ésta se asienta, como la carne yerma en su tumba.

Y, si en un organismo no hay de dónde sacar calor, o un determinado tipo de calor, necesario para que germine en él cierta vitalidad en específico, lo que dicta la termodinámica es que las cosas, en ese ámbito, se enfríen, hasta que no haya ni sombra de lo que pudo haber.

O sea, hasta lo más caliente perece ante el frío. Por eso los incendios se apagan con agua. Lo cual, evidentemente, se extrapola a lo “metafísico”, como las emociones. Porque, siguiendo al brillante Hawking, nada de eso existe así, afuera de la realidad me refiero, y podemos confiar en que todo es física al final.

Por eso, tranquilo, esto temperado que siento, con el invierno, el viento helado de agosto y un poco de lluvia, o quizá más que un poco, por las leyes de la naturaleza y con certeza científica, se va a apaciguar… Enfriar en definitiva.

Igual, es probable que esta energía mute, como siempre pasa cuando se alteran las condiciones ambientales… ¿En qué devendrá?... Ese es otro cuento.

Lo único claro ahora es que, probablemente, en un tiempo más, de todo esto, sólo quedará este escrito, aquí, para ti, para cuando quieras recordar… Lo que hubo, y lo que pudo haber sido, pero que no fue.


*A RS.
Santiago, piso 19, 15 de agosto de 2017
Referencias/menciones: https://goo.gl/LvgSNs

Texto agregado el 16-08-2017, y leído por 211 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
19-08-2017 Un cuento lleno de poesía y referencias literarias que enmarcan y hacen lucir tu relato. Hay muchas ideas en tu texto que me hacen ir de aquí para allá, a veces asombrado y a veces un poco molido por tu caudal de literatura. Excelente cuento. Es la primera vez que te leo y ha sido un verdadero placer. Saludos. maparo55
 
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