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Hacía varios días que no tenía una historia nueva para escuchar. El trabajo era la misma rutina todos los días pero las cuatro interrupciones en la realidad que había tenia me lo habían hecho más llevadero. Nunca fui muy bueno en el tema de soportar una rutina, un paso atrás de otro en la misma huella.
Pero ahí estaba, viajando por la capital federal, en colectivo, con un calor húmedo agobiante. Iba, como de costumbre, con los auriculares puestos mirando por la ventanilla. Sentí de pronto un movimiento en la mochila, sabiendo ya que era el libro el que se había vuelto a abrir. Lo mire con cierto alivio de que hubiera una buena historia para cortar la rutina.
Algo no me gustaba. A donde me enviaba, ya lo conocía y no contaba con mi aprecio. Ni siquiera con mi indiferencia. Me baje del colectivo y camine hasta el lugar con un mal presentimiento en forma de puntada en el medio del estómago. No sé por qué seguí caminando hasta las pocas escaleras que llevaban a la puerta automática. No tenía que abrir el libro para saber a quién buscaba.
De pelo entrecano, con algunos destellos de un castaño oscuro perdido hacía tiempo, unos ojos entre verdes y grises, un auricular en un solo oído, él me esperaba.
-Abrí el libro que no tengo demasiado tiempo.- Me dijo en una voz muy familiar.
Solo me dedique a hacer lo que me decía.

“Hay hombres que viven para ser protagonistas de mil aventuras. Otros no viven ninguna en toda su vida. Pero lo más raro es que alguien viva una sola aventura que le cambie el destino de su vida para siempre. Esa es mi historia.
A los trece años quede huérfano, mi madre había muerto y mi padre me dejo en lo de una tía para que me cuidaran. Viví allí mucho tiempo y lo que más recuerdo es una vieja radio que escuchaba cuando volvía de trabajar. Eran otras épocas y otras situaciones en los que uno tenían que empezar a ganarse la vida de chico. Pero la radio, la radio era un escape a esa realidad.
Un día, cuando tenía quince años, escuche una noticia insólita. Según decían, un dragón había despertado en una isla perdida en el medio del atlántico, por lo que rogaban a los héroes a presentarse en el puerto para poder combatirlo. Recuerdo no haberle dado mucha importancia, creyendo que era un radio teatro, como los muchos que existían en esa época.
El día siguiente se dio como costumbre, trabaje repartiendo diarios y volví para la casa de mi tía. Me sorprendió mucho escuchar otra vez la noticia, pero más me llamaba la atención la voz de urgencia del locutor con su llamado. Algo dentro estaba intrigado. En la radio se avisó que esa noche era el último momento para presentar y zarpar hacia la isla. Según decía, treinta y nueve bravos se habían presentado hasta el momento.
Esa noche, con sigilo, tome la radio y la puse en una bolsa que colgué a mi espalda y con mi bicicleta pedalee hacia el puerto. Mi mente se debatía entre la desconfianza y la euforia. Era un viaje largo, pero no note el paso del tiempo. Cuando llegue al puerto no vi nada. Algún par de farolas iluminaban el embarcadero. Camine con desilusión pensando que había sido un idiota en creer lo que decía un radio teatro.
Estaba a punto de volverme cuando di con uno de los diques del muelle iluminado por antorchas. Las seguí, con cierto temor hasta una galera grande y muy antigua amarrada.
-Que tenemos acá?.- Dijo una voz fuerte que me sobresalto.- Es un héroe en miniatura?
Su risa era estruendosa. El hombre media casi dos metros, piel oscura e iba vestido como los personajes de Sandocan. Un pequeño turbante blanco, un chaleco de cuero que no llegaba a cerrar en su abultada panza y un par de brazo gruesos cargados de aros de oro. Detrás de él iba la tripulación.
-No, señor. Solo vine a ver.- Saque la radio.- En la radio dijeron que de acá salía un barco para luchar con un dragón, y lo quería ver con mis propios ojos.
-Pero si viniste, entonces tuviste más coraje que los demás. Vas a embarcar?
Dude un instante, no sabía que me esperaba. Pero tenía quince años y era más arrojado a tomar riesgos.
-Puedo?
-Claro que sí!.- Rio muy fuerte.- Soy El moro del amanecer. Esta es la tripulación. Acá están El Mago, El Sabio de la Paternal, El Caballero Errante, Juan Seis Flechas, El Nigromante de la Chacarita, El Gigante, Jhon Matadragones, Puño Nocturno, El herrero Nicolai, La Muerte Blanca, El Señor del Rayo, El Cazador de leyendas, El gaucho, Mir Assir Al Bahad. Por allí está el mejor del clan de los asesinos, ellos no tienen nombres.
Me presento a todos los treinta y ocho hombres más fieros que el mundo había dado, pero me llamo la atención uno de ellos. Un hombre menudo y taciturno, que tenía una capa verde oscura con capucha y que tocaba una flauta con un gran perro negro tirado a sus pies.
-Él es de la tribu de los lobos. Su mejor peleador llegó cabalgando sobre el lomo de ese gran mastín. Es increíble lo que puede hacer con esa flauta. Como es su nombre?
La pregunta me tomo por sorpresa y no supe que decir con tantos nombres grandiosos que habían dado. Dije la primera cosa que paso por mi cabeza.
-Soy el que doblo la esquina.- Me sentí un estúpido. Pero El moro rio muy fuerte.
-Hay que tener mucha fuerza para doblar la esquina. Vas a ser Doblador de esquinas. Apurémonos a zarpar antes de que amanezca, no creo que llegue más nadie y la aventura nos espera.
Subimos al barco en fila. Era la primera vez que iba en un barco, no sabía muy bien como desempeñar las tareas de amarre y nudos, pero siempre fui dedicado para aprender. Cuando comenzó a salir el sol ya estábamos en alta mar, con viento en popa según había oído y un mar calmo. Era increíble la vista de las nubes, del horizonte. Me encontraba dando un paseo embelesado por la proa cuando me llamo el Mago.
-Doblador.- me dijo.- Necesitaría hablar con vos un minuto. Mostradme esa radio que trajiste.- Se la pase y la observo un rato.- Donde la conseguiste?
- La traje de la casa de mi tía. No sabía bien si me iba a servir o no.
- Tiene una energía extraña, y no sirve de nada así como está ahora. Creo que podríamos mejorarla, nos podría ser útil para saber en qué situación está la isla. No hay problema?
-No.- Dije inseguro.- Pero, por favor no la rompa. Mi tía me va a matar sino.
Me miro fijo, sonrió y se fue. Era un personaje enigmático, pero había algo en el que me generaba rechazo.
Seguí recorriendo el barco y encontré a Nicolai forjando unas puntas de lanza con un metal raro. Lo moldeaba en frio y con un polvo los volvía casi indestructibles, según decía él mientras hablaba con tres lanceros que habían enviado desde las ruinas de los andes. Cerca de ellos el señor del rayo parecía mareado y vomitaba por la borda. El asesino y otros tantos no estaban en la cubierta. Los que si estaban me miraban al pasar y trataban de evitarme.
Al medio día armaron mesas con un par de tablones y sirvieron el almuerzo. Nadie me hablo, salvo el Moro quien era el capital del barco.
-No se haga problema Doblador.- Me dijo al verme comiendo solo.- Todos acá son héroes probados en batalla. Pero los héroes tienen que probar por primera vez, ya es muy valiente que venga con nosotros.
-Sí. Pero no sé si seré capaz de ser de ayuda.
-No se preocupe, solo trate de que el dragón no lo mate.
El día continuo igual, dormí un rato en mi camarote y el otro rato solo pensaba mientras miraba el techo. En la hora de la cena, el capitán Moro nos avisó que al amanecer llegaríamos al mar de los Kraken, que rodeaba las islas del dragón. Se rio cuando dijo que no sería un día tranquilo mientras miraba al señor del rayo. Después de preparar todo y arreglar quienes estarían de guardia a la noche, se me acerco el Mago.
-Tengo algo para vos, nos vas a ser de gran ayuda, así que estas exento de la guardia. Beni.
Me llevo hasta su camarote. En él, aparte de la cama hechas con unas telas colgadas, solo había un maletín. Se acercó a un estante y me paso una pequeña caja de metal de la que salía un cable hasta dar con uno diminuto tapón. En el medio de la caja había una perilla giratoria. Mire el objeto sin entender mucho.
-Qué es esto?
-La radio que me diste, redujimos el tamaño de los componentes con el sabio. El herrero forjo la caja y el tapón. Y el señor del rayo me dio una extraña piedra que sirve de batería. Vas a tener que darnos noticias de la isla. Seguro que están transmitiendo.
-Pero cómo funciona?
-Te pones el tapón en el oído y giras la perilla. Te falta un poco de mundo, Doblador.
Le hice caso sonrojado. Cuando encontré la zona en la que se oían las noticias, trate de ajustar para que se volviera más nítido. El mago me miro inquisitivo.
-Que dicen?
-Que el dragón aun no parece poder controlar sus alas para volar después del largo sueño.- Continúe escuchando.- El grupo de expedición murió abrasado por los fuegos del dragón.
-Eso es malo.- dijo pensativo.- Tengo que hablar con el Moro. Vos anda al camarote y quédate todo el día ahí. El mar de los kraken es muy peligroso.
Me fui a mi camarote. Dormí poco, escuche mucho y pensé mucho más.
El ingreso al mar de los Kraken fue violento, una sacudida me hizo volar de la cama y rebotar entre las paredes. Gritos y corridas se escucharon detrás de la puerta. Recordé lo que me había dicho el mago. Me aferre a mi cama ante cada sacudida. El día iba a durar toda una vida. Me trajeron algo para comer a la hora del almuerzo, pero no probé nada del pollo y bebí mas vino de lo habitual. Pronto estaba mareado, pero no sabía si era por el movimiento o por la borrachera y el piso se acercó a mi rostro con velocidad.
Desperté con gusto a sangre en la boca mientras me estrellaba contra una pared. No parecía normal que se sacudiera de esa manera. Tome la radio y escuche. Me estremecí con la nueva noticia. Me olvide de lo que me había dicho el mago y Salí el camarote a trompicones hacia cubierta.
La imagen parecía salida de algún infierno. Tres enormes Kraken tenían al barco sujetado con su tentáculos. La compañía de los diez grandiosos del sur yacía sobre el barco descuartizado, mientras que el elfo de los bosques era partido al medio por dos tentáculos. El Moro luchaba con una cimitarra de oro, cortando a todos los tentáculos que se le acercaban. Parecía gritar. O reír. No vi al sabio por ningún lado pero si a seis flechas llenando a la cabeza de unos kraken de flechas.
El señor del rayo frito a uno de los kraken con un martillo de mango corto y también parecía recompuesto del viaje de ayer. Trate de recorrer la cubierta esquivando tentáculos y tripas para llegar a los dos de los tres lanceros. Necesitaba encontrar al Mago para darle las malas noticias. A medio camino vi al mago lanzar grandes fuegos mientras el herrero blandía un espadón de dos metros de altura.
Estaba a un par de pasos cuando uno de los tentáculos se interpuso. Caí de bruces. Solo pensaba que mi aventura no podía terminar así, no podía terminar acá. En el momento final, el mastín, que había crecido tres veces su tamaño, tomo el tentáculo y lo arrancó de cuajo. Sin poder dar las gracias, corrí hasta el mago.
-Está volando.- grite.
-Qué?- pregunto entre el tumulto de la tormenta.
-El dragón está volando.- Grite más fuerte.
La mirada de horror apareció en el rostro del mago. De pronto floto, dio dos vueltas y salió arrojado hacia el mar. Alguien le gritaba al tentáculo. Era yo. No sé bien que sucedió en ese momento. Sé que tenía una espada entre las manos y estaba en el aire cayendo directo al ojo del kraken. El ultimo atacante murió en un grito aterrador. Ambos nos fuimos al mar. Mientras me hundía pensaba en que ahí terminaba todo. Algo me agarro del cuello de la remera y me saco a la superficie.
En la cubierta pude reconocer a mi salvador. Era el mago. Me miro fijo a los ojos y rio.
-Hoy no es tu día pibe.- me palmeo el hombro.- Hoy no es tu día.
De los cuarenta que habíamos zarpado solo quedamos la mitad. Mientras limpiábamos la cubierta de los restos de los que habían sido nuestros compañeros, note que la tormenta amainaba. Esa noche fue estrellada, con una cena potente. Habíamos pasado el mar de los Kraken y estábamos en la paz del diablo, cerca de la isla. Al amanecer llegaríamos a las costas.
El Moro brindo por los caídos, por los héroes y por mí, por mi primer proeza. Dio las noticias de que el dragón había empezado a volar, así que sería más difícil acercarse y el doble matarlo. Luego de la cena comenzaron los preparativos para la batalla. El sabio había mostro su plan.
-La idea es simple.- Dijo.- Los agiles serán los señuelos para atraer al dragón hacia el grupo de seis flechas. Ellos lo debilitaran a la distancia. El herrero ha forjado lanzas y puntas de flechas capaces de atravesar las gruesas escamas del dragón. Según los antiguos textos, los dragones suelen ser criaturas bastante inteligentes pero irascibles. Conviene enojarla para atraerla a la siguiente trampa. El mago tiene un hechizo de para aprisionar al dragón.
-Si.- Dijo el mago.- pero tiene que entrar al círculo que tengo preparado previamente.
-Y así y todo, si cabeza y su cola siguen siendo un peligro.- Agrego el sabio.- Por eso, apenas caiga al suelo. El hombre de la tribu de los lobos y el gigante se encargaran de terminar de inmovilizarlo.
-En ese momento, Mir, el herrero y yo hacharemos la cabeza del dragón. Los lanceros quedaran con nosotros en caso de que algo falle a último momento.
-Y yo en que grupo estoy?.- pregunte al ver las listas.
Varios rieron, menos el sabio.
-No niego su valentía, Doblador. Pero es demasiado joven e inexperto para enfrentar una amenaza tan grande. Se quedara en el barco.
Fue en vano protestar. Cada grupo se separó a ultimar detalles entre ellos. Yo me retire al camarote a escuchar la radio, a ver si había alguna nueva noticia. Continuaba de mal humor porque me consideran un inútil. Trate de no prestar atención a los pasos cuando cada uno iba a sus camarotes, hasta que alguien golpeo mi puerta. Era el mago.
-Puedo pasar?.- me hice a un lado y entro.- No te sientas un inútil, nadie esperaba nada de vos y nos diste una sorpresa a todos. Te debo una por matar al Kraken, así que tengo un regalo para vos.- desplego en el piso un mapa.- Esta zona alta es el mejor lugar para ver la batalla sin entrar en peligro. Nosotros marcharemos por acá, una vez que nos hayamos ido, agarra tu bicicleta y anda por este camino para llegar al lugar.
-Gracias.- Estaba emocionado.
-Pero prométeme que si algo sale mal, vas a volver al barco.
Me volvió a entregar una mirada enigmática a juego con su sonrisa y se fue.
Al amanecer desayunaron abundantemente. Brindaron y se prepararon para partir en barcos hacia la isla. Desde el barco, la orilla era terrorífica, un cielo en llamas con grande nubes negras iluminaba una región montañosa completamente abrasada. No parecía haber más vida que el dragón que decían que la habitaba. Cuando estaban a suficiente distancia cargue la bicicleta en el bote y partí hacia la isla. Tome el camino marcado en el mapa.
Fue difícil llegar, pero llegue bastante antes que el grupo de héroes. Busque un buen lugar para esconderme. Tomo tiempo el despliegue del mago junto con el sabio y el nigromante, mientras tanto sentía la misma puntada con la que había empezado la aventura. Quería ver salir al dragón. El grupo del asesino se acercó a la cueva y algo empezó a ir mal. El dragón no salió de allí, sino que cayó en picada desde el cielo, tomando por sorpresa al grupo. Puede oír los gritos de agonía mientras morían calcinados. El plan había comenzado con una falla. El grupo del seis flechas se adelantó para llamar la atención del dragón pero sus armas no tenían tanto alcance. Si seguían así, no iban a poder llegar tan rápido hasta la trampa antes de morir.
Cerré los ojos, respire profundo y tome mi bicicleta. Baje la pendiente a toda velocidad, no sabía cómo llamar la atención del dragona, así que grite. Llegue hasta el camino que debían seguir el grupo del asesino, doble a la izquierda y sentí el horror volando detrás mío. Pedaleé con todas las fuerza sintiendo el calor y los rugidos.
Pase al grupo de seis flechas, y seguí pedaleando. Pero algo iba mal. Frene y volví la vista. El Dragón mataba a todos los del grupo, con fuego y dientes. Con el cuerpo de seis dedos en la boca, se paró en el medio del camino por el que venía. Me miro con esos ojos de un rojo incandescente, el enorme dragón negro me miro y partió por la mitad el cuerpo para levantar en vuelo.
Volví a pedalear como llevado por el diablo, lleno de terror. El dragón seguía detrás de mí. Salte una saliente y caí rodando por el circulo dibujado por el mago. Un brazo fuerte me agarro y me arrastro afuera.
Vi caer al Dragón en la trampa del mago, pero el retraso del gigante le costó la vida al sabio. El nigromante dijo un par de palabras raras un anillo negro rodeo el cuello del dragón. El gigante se acercó torpemente y tomo la boca del dragón. Mientras Mir, Moro y el herrero se acervan, el monstruo sacudía la cabeza. Una de ellas logro zafar la mandíbula y el gigante perdió uno de sus brazos. Mir soltó la espada para huir, pero el fuego fue más rápido. El mago grito que no podría contenerlo mucho más, los lanceros se adelantaron, pero la cola los partió a la mitad y el mastín voló a varios metros de distancia.
El joven de la capa corrió para ver a su compañero, pero encontró una de zarpas del bestia en el camino y cayo hecho jirones de carne. Yo no me podía mover del terror. El dragón se volteo hacia mí y trato de comerme. El mago se interpuso y allí murió. El nigromante, en algún momento había dejado escapar sus tripas y su vida. El herrero era una amasijo de carne humeante. El moro desenvaino la espada de oro encarando al dragón.
El Dragón, sobre su dos patas traseras, el héroe con espada de oro enfrentándolo, los cuerpos en el piso, el paisaje. Todo formaba un cuadro de valentía. Entre ellos dos, yo, con una lanza en las manos, atravesando el corazón del dragón.
Ahí termino la travesía, la aventura. De Cuarenta y un perro solo volvimos dos y el perro. El regreso fue tranquilo, los kraken volvieron a dormir una vez muerto el dragón, me conto el Moro. En un momento del viaje me lamente por quienes habían muerto. Fue la primera vez que lo escuche reír después de la batalla.
-Casi todos eran leyendas, inmortales o malditos. No pueden morir, seguro que volverán a empezar desde donde vienen sus leyendas. Se hacen llamar héroes, pero el único héroe es usted, que a pesar de poder morir, mato un dragón. Como está la mano?
-Bien.- Me toque la mano derecha que termino esguinsada cuando clave la lanza en el corazón del dragón.
El resto del viaje no hablamos y me dedique a mirar el horizonte. Cuando llegamos, tome mi bicicleta, la pequeña radio y me dispuse a partir.
-Espere, Doblador.- Dijo el Moro.- Llévese al perro, quedo solo y va a ser una buena compañía.
Mire al perro. Seguramente iba a ser una gran compañía. Le acaricie la cabeza y movió la cola.
-Y lleve se esto también.- Me dio un pequeña bolsa de tela.- Son cuatro escamas de dragón. En algún momento van a ser de utilidad. Fue un placer batallar a su lado, Doblador de Esquinas.
El Moro se marchó en su barco, yo volví pedaleando sin pensar en una excusa por mi ausencia de cinco días. Para evitarme excusas, fui al puesto de diarios a ver si todavía tenía trabajo.
-De donde venís pibe? De la guerra?.- Me pregunto el canillita.- Toma, entrega los diarios.
-Todavía tengo trabajo?
-Sí, y mucho, así que apurate.
Mire la fecha. No habían pasado cinco días, ni siquiera uno. Solo había pasado una noche. Junto con El Negro, como había bautizado al mastín, repartimos los diarios. Soporte los correctivos de mi tía por no cuidar la radio y me fui a dormí.
Esa fue la única aventura de mi vida. Después hice una vida común, trate de formar una buena familia. Las escamas de dragón eran hermosas, negras de un lado y con colores del fuego por el otro. Ya no las tengo, las use en cada uno de mis hijos, para que sean duros ante la vida y con un fuego que no se apague nunca.”

Termino el relato y se dispuso a irse. Tenía los ojos húmedos, y me temblaba la voz cuando hable.
-Espera Pa. No te vayas.- Dije conteniendo las lágrimas.- Quedate un poco más.
Se dio vuelta y sonrió como sabia sonreír el. Con la boca y con los ojos, con las arrugas al costado de sus ojos.
-No puedo, hijo. Los quiero mucho, pero tengo que partir. Ustedes son lo mejor que hice con mi aventura.
-Te quiero, pa.- Las lágrimas brotaban de mis ojos sin control.
-Y yo a ustedes. Estoy orgulloso, sigan así.
Me dio la espalda y empezó a caminar. Iba con su camisa roja, los brazos atrás y un poco encorvado como caminaba a lo último. Llevaba un auricular en uno de sus oídos. Se le fueron uniendo perros a medida que caminaba hacia el horizonte. Conocía a todos como mascotas que habíamos tenidos, salvo el gran mastín negro que se sumó a lo último. En una blanca niebla de recuerdo se fue mi padre. Es día renuncie al trabajo, ese día renuncie a todo.

Texto agregado el 15-08-2017, y leído por 112 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
15-08-2017 Excelente! <3 melisamart
15-08-2017 debo confesar que tu historia me atrapó***** yosoyasi
 
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