Reto de la imagen



-Estoy loca por él -me confesó Luisa.
-Pero si no lo conocés -dije.
-Es que me encanta su manera de escribir. Es tan romántico. Sus poemas me transportan; siento que es un alma solitaria, sensible, un ser humano dotado de una percepción especial sobre los misterios de este mundo, alguien que logra ver la belleza oculta en cada detalle -contestó delatando el arrobamiento que la embargaba.
-Bueno, no es para tanto. He leído sus poemas, y para mí no se diferencian en nada de los que escriben otros miembros de la página.
-Es que no has prestado atención. Él utiliza metáforas de alto vuelo; en su poesía deja traslucir sus más bellos sentimientos. Te digo que es una persona muy especial. Un hombre generoso, capaz de entregarse al amor sin egoísmos y dispuesto a convertirse en el alma gemela de la mujer que lo sepa comprender.
-¿Y supongo que esa mujer sos vos? ¿No?
-Eso espero, pero todavía no me atreví a hacerle ninguna insinuación. Soy tímida; vos me conocés. Hasta ahora solo hemos intercambiado comentarios amables y nada más.
-Entonces esta es tu oportunidad. Me imagino que vas a ir a la reunión que están organizando. Es el sábado.
-Me gustaría ir, pero no sé...
-Dale, nena. Vamos juntas, no seas tonta. Tenés que conocer a "Sol de otoño".
-¿Viste que lindo nick tiene? Es re-dulce. Así lo imagino. Como una caricia de sol en otoño. Estoy loca, ¿no?
-Y...la verdad...sí.

El sábado acompañé a Luisa a la cafetería donde se reunían sus compañeros de letras. Estaba tan emocionada que le temblaban las piernas. En el momento de las presentaciones, sus mejillas habían perdido el tono rosado de costumbre. Se veía pálida y ansiosa.
Cuando por fin conoció a "Sol de otoño", la pobre se desmoronó en una silla. No se había equivocado. "Sol de otoño" era muy dulce, poseía un rostro bondadoso y sin dudas era una persona muy especial: Una hermosa abuelita de ochenta años.