Él me pidió un poema pero no de ésos a los que estaba acostumbrada a vomitar en el papel, por repulsión a la vida los vomitaba, por aliviarme de los días que acontencían al sufrimiento del mundo, donde todo era corruptible y miserable, artificio del alma humana. Extirpaba de mis entrañas el desamor, en lágrimas de letras que me abrazaban con tierna lealtad y redención.
Él me endulzó los oídos y la boca de bellas palabras, también me decía a menudo que yo sabía sentir . Ese sentir me había acercado afectivamente a J pero me proporcionó de una concepción del mundo diferente y bastante crítica al de la muchedumbre amalgamada.
Al escribir estos sentimentos en esta mañana de Agosto no hago otra cosa que decodificarme, redescubrir y dejar a las voces en mi cabeza que se dejen Ser . Esas voces que no desean escribir sobre sueños o alucinaciones, desean escupir la basura que tienen acumulada, la mugre externa que el viento sopla hacia el interior ¡y contamina¡ por años ha contaminado y postergado el nacimiento de nuevas esperanzas que se escaparon como arena entre las manos.
Las voces de la autodestrucción ya se han aplacado, a veces tratan de manipularme pero hay otras voces que provienen de la conciencia y pesan sobre esos estímulos nocivos. Estímulos nocivos que atormentan a los débiles, a los desgraciados de emociones que terminan sometidos por sus propios impulsos de destrucción.
Hay que volver a nacer y transitar por la oscuridad abstracta que habita dentro de cada uno de nosotros. Hay que ser un desdichado y no tener nada que perder para entregarse a la inmensidad que abarca nuestra alma, donde se contraen energías opuestas, como el ying y el yang, donde habrá que no desfallecer ante las voces ancestras que hablan al unísono. Una voz llamada Soledad, porque la soledad habla, se manifiesta en el silencio de la noche o nos transtorna de dolor entre la muchedumbre parlante y agitada; otra voz llamada perversa, otra abandono, tristeza, inocencia, infancia, antifelicidad, antidicha, anticristo, urgencia, muerte, vida, poesía, promiscua, mendiga, princesa, señorita, activista, revolucionaria, reaccionaria, paria, guacha, antisistema, antimujer... antiniña.
Voces que aún me habitan y he llegado a una tregua con ellas porque tienen en claro, tenemos en claro que ya no pueden dominarme. Sigo sin tener NADA que perder y es por tal arbitrariedad que me reinvento, no me detengo, hago un bollo del sufrimiento y lo utilizo como un impulso de supervivencia. Transformar el dolor en algo bello, ¡claro que lo sé!, es aliviarse de esa basura que nos han metido desde la infancia, basura que nos hace dependientes a las emociones y decisiones de los otros, basura que nos hace más civilizados y superficiales, alejándonos de nuestra esencia, primitiva naturaleza de nuestra existencia porque sin ella se pierde el verdadero sentido de trascendencia.
Él me pidió un poema de amor,
de sueños
de alucinación,
¡es que yo no soy una poetisa!
sólo soy una descarada
que se atrevió a abrevar su pena
en el quehacer del verso creador...
él me pidió
y aún sigo deambulando en la estación del corazón. |