El reloj marcaba las 4 de la madrugada Roberto dormía plácidamente cuando un estruendoso ruido lo despertó abruptamente, la habitación se encontraba totalmente obscura, Roberto sin levantarse de la cama trato de identificar el ruido para saber si era adentro o afuera de su domicilio. . . . . no lo pudo identificar; y así recordó la película de terror que había visto antes de dormir, y su mente se lleno de imágenes y situaciones terroríficas, el ruido cesó, Roberto pensó que lo peor había pasado y cuando se acomodaba nuevamente para dormir pudo observar entre la obscuridad que la puerta de su dormitorio que había dejado emparejada, se empezaba a abrir lentamente el rechinido de la falta de grasa en la puerta era inconfundible.
Roberto quedo petrificado, inmóvil, apretando las sabanas con fuerza, y en su mente las escenas del monstruo de la película le helaban la sangre, y comenzó a sudar, los pies no respondían a su intuición de salir corriendo, trato de encender la lámpara de su buro pero recordó que se había descompuesto días atrás, estaba solo y a merced de este sanguinario ente de ultratumba, fue así que se percato pese a la obscuridad que en su tocador que se encontraba frente a su cama cada uno de los portarretratos que tenia iban cayendo uno por uno como fichas de dominio, Roberto temblaba, y recordó al monstruo de la película como acechaba lentamente a sus víctimas para después atacarlas sin piedad, los portarretratos yacían en el suelo Roberto empezó a llorar sabia que dentro de poco el ataque seria brutal fue ahí que volteo a la esquina izquierda de su cuarto y lo vio.
Unos ojos brillantes y traslucidos lo miraban fijamente, Roberto se congelo por completo sus peores pesadillas habían cobrado vida, grito pero los ojos lo acechaban en la esquina de su habitación, las lagrimas rodaban por sus mejillas y fue que recordó al personaje sobreviviente de la película que vio, que mediante la luz era imposible que el monstruo atacara, Roberto sabia que el apagador se encontraba del lado derecho de la puerta y fue así que se armo de valor, y de un repentino movimiento salto de la cama y corrió hacia el apagador para encender la luz podía sentir la mirada penetrante desde el lado contrario de la habitación, no sabía si lo lograría pero esta era la última esperanza, prendió la luz y . . . . . . . . . . .
Roberto volteo rápidamente aun agitado y ahí estaba en la esquina de su habitación ¡miau! ¡miau! la regordeta gata de su vecino, viéndolo fijamente.
José Miguel Torres
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