Para que Eliseo Bim Clores fuera Eliseo Bim Clores, primero el señor Bim tuvo que conocer a la señora Clores; que no se os olvide. Lo demás es aleatorio. Y conocerla en todos los sentidos; esto también es importante: en el bíblico y en el otro.
Pues bien, una vez que Bim Clores asomó su hocico romo al mundo; éste- el mundo- había perdido todos sus derechos de reclamación: también importante. Y digo esto último porque era el mundo y no otro el culpable de que el señor Bim conociese a la señora Clores. Aunque haya teorías divergentes sobre este último extremo. Pero en general nos parece correcto no personalizar en tal responsabilidad.
Lo que no sabía Clores es que su espectro de actividad estaba bastante circunscrito por el juego de roles y que sólo un portentoso esfuerzo de inteligencia y voluntad lo podían sacar de una vida miserable, en segundo lugar, y de una muerte prematura en primero.
Pero lo aprendió por el camino. Y fue tal su aprendizaje y tesón que cuando la vida se le extinguió de puro viejo lo hizo con satisfacción. Nuestro amigo Bim murió con una sonrisa; que ad aeternam hubiera sido de no ser porque un nieto suyo burlón, dijo:
- Vaya, se nos acabó el detergente.
Hubiera vuelto Bim para soltarle un cachete; créanme. No le hizo la menor gracia aquel chiste postrero, pero era demasiado tarde.