Estremece el cuerpo un palpitar extraño,
persistiendo en el aire ese lento escalofrío
como niebla que invade cualquier pulso.
Es un surco abierto de huellas y rocíos
que se deshace como ofrenda a la nada.
Estrago que vierte polvos de derrumbe
en el barranco de una tarde cualquiera,
y allá en el fondo, se agazapa el incendio
que encierran el abandono y la distancia.
Texto agregado el 05-08-2017, y leído por 119
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