Reto de la imagen


Hice un esfuerzo para despertar de aquella pesadilla. Era tan irreal lo que decía ese hombre...
Pero estaba despierto, y había llegado allí con la esperanza de hallar una solución a mis problemas. Mucha gente catalogaba de genio al profesional que estaba sentado frente a mí.

-Disculpe -le dije -creo que no entiendo.
-Le repito -dijo él -necesito que me entregue sus pensamientos.
-Supongo que lo dice en sentido figurado.
-No -me aclaró -para obtener éxito en su caso, debe dejar sus pensamientos en el consultorio. Cada vez que acuda a una sesión puede observarlos y hasta podemos hablar de ellos, si lo desea.

Tomé mi cara con las manos en un gesto de preocupación. Sentía que me estaba volviendo loco. Cerré los ojos mientras trataba de encontrar un sentido a lo que él decía.
Luego pregunté: -pero... ¿cómo hago para quitar los pensamientos de mi cabeza?
-Es muy simple -contestó -deje su cabeza aquí.
-¿Cómo? -exclamé sin entender.
-Le explico. Si tira con las dos manos verá que se desprende fácilmente.
-¿Es una broma? -pregunté.
-No, no. Venga conmigo -me dijo.
Entonces se puso de pie y abrió una puerta que daba a la sala contigua.
Allí pude ver una fila de cabezas perfectamente alineadas.
-La puede colocar acá, al lado de la de este señor.
-Pero ¿cómo podré andar por ahí sin cabeza? -dije mientras él cerraba la puerta.
-Mi amigo -contestó -No se preocupe; nadie se va a dar cuenta.

Estaba harto de pensar. Decidí confiar en su palabra. Le entregué mi cabeza y me fui.