Y me encuentro aquí nuevamente postrado en la cama, en esta habitación que cada vez es más pequeña, los desgastados muros grises se encuentran vacios y decadentes, han pasado meses en que nadie toca la puerta, la pequeña ventana retumba con la lluvia que no cesa, no recuerdo cuanto tiempo he dormido, no recuerdo que hice ayer, no recuerdo cuanto tiempo llevo en este lugar, la luz tenue y los pequeños destellos de luz del exterior no me permiten saber qué hora es, hace mucho tiempo que no recuerdo el día, el mes e incluso el año, el olor que impregna la habitación es fétido y desagradable, el rostro que refleja el espejo no lo logro reconocer las arrugas han cubierto mi cara y el escaso pelo que aún conservo se ha cubierto de blanco, como la ceniza del cigarro, mis manos tiemblan sin cesar como un terremoto que colapsa mi interior, en mi cuerpo los dolores son constantes y los medicamentos únicamente los aquietan por momentos pero cada vez son más y el efecto de la medicina no logra erradicarlos en su totalidad.
En mi cabeza no logro diferenciar lo que imagino y lo que realmente ocurrió los recuerdos son vagos y lejanos, los rostros que aparecen se desfiguran y disuelven sin concretar remembranzas solidas de mi pasado, ningún recuerdo y rostro me es familiar y todo parece tan distante y lejano a la realidad, las voces internas me inquietan y retumban en mis oídos cada vez con más fuerza, no recuerdo mi edad, ni el día que cumplo años, y cada día que pasa parece ser una pesadilla constante, un castigo divino, quisiera morir pero tampoco tengo las agallas para hacerlo.
JOSE MIGUEL TORRES
|