Imagínese que usted llega a su casa y encuentra, desvanecido en el suelo, a un hombre. A su lado, un revolver, un bolso con un millón de pesos y sangre, mucha sangre. Un escenario de lo mas absurdo, sin duda.
Uno podría conjeturar, analizar esta situación desde infinitos puntos de vista, y, aun así, aquel tipo seguiría desangrado sobre su alfombra. Y, como si fuera poco, a su lado, un millón de pesos, en efectivo, que ofrecen nuevamente otras infinitas posibilidades más.
Pero por mas ridículo y descabellado que este hecho infortuito, o acaso extremadamente fortuito parezca, es esencial que haya una explicación. Porque siempre buscamos eso, una explicación. Sea por naturaleza humana, o mera curiosidad.
En este tipo de circunstancias, en las cuales el sentido común no basta, hace falta aplicar, a mi entender, un método de deducción no necesariamente de lo mas convencional. Cualquier teoría es valida, incluso si esta alcanza el campo de lo sobrenatural.
En fin, he aquí la favorita de mis conjeturas.
figúrense a un hombre. Cualquier hombre. figúrenselo de la manera que quieran, pero figúrenselo bien. Este hombre, sigan figurándoselo, es un hombre de familia, como cualquier hombre de familia que tiene dos hijos de cinco y siete años, por ejemplo. Una esposa dos o tres años mas joven que el y una casa, en un barrio agradable. Nada demasiado lujoso. Un barrio decente.
Este tipo familiero decide, por alguna razón, un día, ir a probar suerte al casino. Junta un par de billetes, y parte hacia el primer casino que figura en alguna guía de casinos, si es que existen. El sujeto en cuestión pasa unas horas apostando al blackjack. Un juego que si bien es guiado por el azar, requiere una gran cuota de habilidad y conocimiento de las cartas. Después de varias idas y vueltas, por arte de azar o de alguna otra razón, que, siendo un total inexperto en el área de las apuestas, desconozco, el hombre resulta acreedor de la enorme suma de un millón de pesos en efectivo.
Al salir del casino el sujeto sube a su auto con un bolso lleno de dinero y una sensación de ansiedad que lo invade y lo nubla. Viaja a su casa exaltado y agobiado por un extraño presentimiento, de esos que pocas veces fallan. Llega a su casa, o lo que el cree su casa, pero la llave que alguna vez abriera aquella cerradura ya carece de utilidad.
Desesperado, procede a golpear bruscamente la puerta, hasta el punto de, inconcientemente, tirarla abajo.
y es aquí el punto donde la historia comienza a interesar.
Esa casa, de la que el hombre había partido hace no mas de unas horas, a su juicio, ya no es su casa. las paredes se cubren con un empapelado que asquea de tantas flores y tonos rosados. Arriba de estos totalmente antiestéticos tapices, cuelgan cuadros con fotos de gente aparentemente muy feliz, que nunca en su vida vio. Se dirige a su cuarto, al de sus hijos, después a la cocina, hasta llegar nuevamente a la sala de los tapices que dan ganas de arrancar. Definitivamente esta no es su casa, es otra casa. Esta casa fue alguna vez su casa, pero ya no lo es. Y, en un acto de total y completa inestabilidad, el tipo toma un arma y se gatillea en la sien.
Pero esta historia todavía carece de explicación y lógica alguna. Resulta irrelevante de donde salio el arma homicida, ya que la podemos ver, sabemos que ahí está. El cuerpo del tipo también esta ahí en el medio de la sala de los tapices espantosos que ya mas de una vez insistí a mi mujer para quitarlos.
Lo único que podemos rescatar de este extraño suceso de factibilidad dudosa es una simple pero útil lección. Siempre llevar reloj a un casino. Porque, después de todo, es cierto que el tiempo pasa mas lento en estos lugares. Si no pregúntenle al hombre que yace muerto en mi alfombra. |