El ocaso se pierde
llegan las nubes cara de vaca y coagulan los rayos de sol.
Nada interrumpe mi oleaje que teje la espuma como eficaz hilandera.
Hay dolores que revientan y no espantan ni tampoco felicidades adolescentes que envanecen.
Alabo el sacerdote que nunca ha dejado de ser pobre y que ahora es viejo.
Admiro a la mujer que es feliz aunque para todos viva en pecado.
A mi edad nada me espanta, ni la muerte que duerme a mi lado.
Me admiran las garzas que llegan, el croar de las ranas y los gritos de las chachalacas,
Me admira el amor que siempre florece
y el grito de la vida que llora cuando nace.
Me entusiasma vivir, pero entiendo que todo lo que inicia termina y mi vida ya huele la tierra mojada y los sapos barraganes me esperan.
Le canto a los pájaros y también al silencio. Sabiendo que la mudez se acerca.