¿Dónde habita el olvido? me preguntó y lo miré sin entender. "Quiero saber, para olvidarme ya de vos, de esta noche y de tanta belleza", me dijo mientras corría las sábanas para observar mi cuerpo desnudo que estaba recuperándose de tanta lujuria y reposaba plácidamente. "No sé -le contesté desganada-, buscalo en un vaso de cerveza o en otros brazos" y me di vuelta esperando que se marchase sin que lo eche. Pero prendió un cigarrillo y empezó a susurrar algo que al principio no entendí: "Podemos ir a Oz y pedirle al Gran Mago un corazón sano para cada uno" y me besó el hombro. "¿Qué te hace pensar que mi corazón está roto?" dije un poco molesta. "Por qué amas sin entregarte y tenés la mirada triste" me contestó mientras pitaba el cigarrillo como desquitándose de la vida. "El amor de mi vida acaba de casarse con otra" dije mientras le quitaba el pucho y me sentaba en la cama. Me miró sorprendido, como si no esperara tanta franqueza "¿y yo que soy?" preguntó. Lo observé: Era lindo, joven y parecía frágil. "Una tregua" le susurré al oído y le besé dulcemente en los labios. Me miró un segundo, sonrió, apagó el cigarrillo y me devolvió el beso. "Puedo ser tu tregua o tu refugio, o lo que quieras" y sus manos en mi pelvis confirmaron que las cartas estaban echadas y que al menos esta noche, no haría falta visitar al Mago de Oz. Mientras su cuerpo se unía al mío y nuestros corazones rotos latían al unísono, yo pensaba que el amor de mi vida estaba en Colombia celebrando su luna de miel. Pero ya no me dolía tanto. "El olvido habita en otros brazos" le dije mientras el peso de su juventud caía sobre mi cuerpo que cobraba vida entre sus brazos. Brazos fuertes y bien formados con años de gimnasio y que seguramente, en el recuerdo, abrazaban a otra y encontraban en mi cama y en mi ser una tregua, un refugio o un minuto de olvido. Cuando salga el sol, veremos lo que haremos.