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La católica comunidad de la capital del estado —de fuerte raigambre cristera— estaba triste y desolada, pues el Excelentísimo y Reverendísimo Señor Doctor Don Astensio, obispo de la diócesis se encontraba en estado agónico y los mejores médicos habían agotado todos los recursos de la ciencia médica (al fin y al cabo, humana).
El padre Coruco, humilde sacerdote, había sido escogido por Monseñor como su confesor, ya lo había oído en confesión y le había suministrado la extremaunción.
Todos esperaban el pesaroso desenlace. Un joven sacerdote provisto de pluma y papel estaba pendiente de las últimas palabras del hombre santo, para reproducirlas en letras de oro en mármol duradero. El padre Coruco a un lado del enfermo sería el encargado de escucharlas.
En un supremo esfuerzo el moribundo dijo sus últimas palabras.
—¿Qué dijo? —preguntó el Obispo auxiliar.
El padre Coruco con rostro estupefacto, respondió:
—Pues, Monseñor se volteó de lado y murmuró: “Ah chingao”, “Ah chingao”, “Ah chingao”.
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Texto agregado el 25-07-2017, y leído por 148
visitantes. (5 votos)
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Lectores Opinan |
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26-07-2017 |
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La dama de negro es democrática, de que agarra, agarra parejo sin importar jerarquías. De acuerdo con ZEPOL le debieron decir: "ADIOS CABRÓN" ***** Terryloki |
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26-07-2017 |
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jajajaja! Me gustó! Hassio108 |
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25-07-2017 |
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¡ Aguas !.UN ABRAZO. gafer |
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25-07-2017 |
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Y al llegar, un coro de ángeles lo recibió con un nutrido aplauso y un cartel que decía "BIENVENIDO CABRON"
(5*) -ZEPOL |
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