Escrito para el concurso "¿Puedes escribir un cuento con la imagen propuesta?" (por si alguien no lo leyó y porque quiero incluírlo entre mis cuentos).
Chifladura
-¡Sí, sí… Ya voy para allá!- Pablo dio por finalizada la breve conversación que mantuvo con Lucía, su esposa, que lo esperaba en la vecina localidad balnearia de Monte Hermoso, adonde había viajado dos días atrás para visitar a una amiga.
Era el día de la madre y Lucía le había encargado que le compre alguna chuchería a su madre, es decir su suegra, que por otra parte se haría cargo del hijo de ambos ese fin de semana.
Estacionó en el shopping y se tentó en comprarle un conjunto de ropa interior bien sexy a su propia mujer, que lo bancaba siempre, y a la vieja le compró una cortina para el baño.
Garrapateó una frase dedicada a Lucía y al otro regalo lo dejó sin dedicatoria porque total se lo iba a dar personalmente.
Cuando llegó a la casa de su suegra salió a recibirlo Ernestina, su cuñada, que era una bomba, y él más de una vez la había mirado con admiración, y algo más -seamos justos- aunque nunca, por respeto, se atrevió a mencionárselo.
Tomó el regalo y ambos se dirigieron a la casa rozándose al caminar. Casi se siente perder cuando apareció la vieja, pero, sobreponiéndose, aprovechó para darle apresuradamente su regalo.
Cuando la suegra abrió el envoltorio se quedó muda y se probó, por encima de la ropa, el conjuntito sexy que había en el interior. Ernestina se acercó, admirada también por el delicado presente, y de repente empezó a hacer un gesto con la mano, como diciendo: ¿Estás chiflado?
Había leído la tarjetita escrita por Pablo que decía: “Ponételo esta noche porque te voy a devorar”.
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