¿EN QUÉ ESTARÍAMOS, GORDO?
A veces, cuando vienes, me duele. Depende de mi estado de ánimo. Pero, en general, gusto de rememorar los mejores pasajes de nuestras vidas. Con todo tu equipaje quiero recordarte. ¡Cómo quisiera revertir el tiempo! Deshacer el minuto en que nos dejaste, haberte comprendido sin prejuicios. Entonces, miro el vaso “medio lleno” y me calmo recordando lo hermoso, lo cómico, lo mejor del pasado.
¿En qué estaríamos, Gordo? Tal vez revolcándonos, luchando como niños en una playa, enojándote porque nunca pudiste ganarme. O enojado yo contigo, saturado de escuchar cien veces tus temas de Bob Marley. Quizá estaríamos escuchando alguna canción de Pedro Aznar que tanto te gustaban, o guitarreando “Lobo hombre en Paris”.
Es posible que estuviera criticando tu horrible ortografía y tú alegando que si entendía lo que querías decir se cumplía el objetivo, es decir, comunicar.
Recuerdo cuando caminábamos por los bosques de Suecia, acompañados de tu perro Zatla, escudriñando cada rincón buscando bichos, observando venados escurridizos, etc. O cuando me invitaste a comer el mejor suchi de la zona y lo encontré horrible. ¡Tantas cosas! Podríamos estar compartiendo unas cervezas y recordando tus maldades de niño o de cuando les contaba cuentos increíbles junto a tu hermanita. Cuando ningún juguete te duraba porque los desarmabas para saber cómo eran por dentro y cómo funcionaban.
No sé dónde estás, pero estás. Tal vez en una dimensión desconocida, alguna esquina del universo donde podremos encontrarnos.
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