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Desperté con deseos de quedarme un rato más en la cama, hacía frío, el sol apenas entibiaba la pieza mostrándose apagado detrás de los cristales.

Sentí pasos subiendo la escalera, de pronto, se abre la puerta y allí estaba ella. Mirándola resignado sabía que había comenzado mi calvario. Corrió hasta la cama y de un salto estaba junto a mí dándome el primer beso del día. Rápidamente se metió entre las frazadas y se acurrucó a mi lado, destapó su cara y comenzó con el derrotero de preguntas.

Sabiendo a lo que me sometía prendí la tele y ni bien aparecieron las primeras imágenes, comenzó con su interrogatorio opresivo. A veces, fingiendo no escucharla, le decía basta, a lo que ella hacía caso omiso.
– ¿Abuelo, qué estás viendo?
- Noticias.
- ¿No te cansas de verlas?
– No. No me canso.
- Dale, nono, cambia.
- Bueno, ¿qué quieres ver?
- Dibujitos. ¡No, no, ese no! El de la princesita, en el 42. ¿No sabes abuelo?, el canal de los chicos

Entretenida por milésimas de segundo, puso pausa a mi tormento.
-Ya los vi, ¡cámbialo, si quieres!
-Abuelo, ¿quién está en ese cuadro?
- Mis papás.
– Ah, ¿qué son mío?
-Tus bisabuelos.
- ¿Ellos dónde están ahora?
-En el cielo.
-¿Y por qué en el cielo?
-Dios se los llevó.
- Ah, ¿y cuándo vuelven?
–No vuelven, partieron para siempre.
-Abuelo, cuando Dios te lleve, ¿me dejas tu cama para dormir con la nona?
-Bueno, te la dejo.

-Abue, ¿me prestas un libro para llevar a la escuela?
- Si, dime ¿cual quieres?
-Ese, el del nene y la rosa, el que a veces me lees. ¿Cómo se llama, abuelo?
-El Principito.
- Abuelo, ¿por qué la tía dice que los libros son para Muri?
- Bueno, así lo he decidido yo.
- Y a mi mamá ¿qué le das?
-La casa y todo cuanto hay.
- ¿Y por qué abuelo?
– Para que cuide y guarde para ustedes todo lo que con la nona hemos recogido.
-Ah, entiendo, mi pieza, el triciclo, la compu y la pile.
- Sí, todo eso.

-Abuelo, y los discos, esos que pones los domingos, ¿para quién son?
-No lo he pensado, pero creo que se los dejaré a tu tía Gabi. - ¿Y por qué?
-Bueno, porque a ella siempre le gustó la música, desde niña aprendió a querer lo que en casa se escuchó.

-Abuelo, el tío Pablo ¿cuándo viene?
-Mira, cállate un poquito y déjame escuchar las noticias.
-Dale abue, ¿cuándo viene el tío?
- Un día de estos. Cuando tenga tiempo, vendrá
- Abuelo, ¿querés que lo llame y lo invite a las fiestas de fin de año?
- Bueno, hazlo y déjame un rato. ¿No te ha dicho tu madre que cansas con tus preguntas?

-Abuelo, ¿Qué es lo que escribís en esos papeles que tanto guardas?
- Cosas, mi niña.
- ¿Qué cosas, abuelo?
- Palabras, solo palabras.
-Abuelo, la mami me leyó un cuento tuyo. Sabes, abuelo, me puso triste ¿te cuento cuál?
- Dímelo tú.
-El de la nena que muere, pobrecita. Abue ¿a dónde van los niños cuando mueren?
- A ningún lado, a ningún lado. Bueno, ¡deja de preguntar y cállate un momento! No dejas escuchar nada.
-Dale Abue, ¿a dónde van?
-Mira, pequeña. Ellos no van ninguna parte, ¿sabes por qué? Porque los niños cuando mueren se transforman en ángeles y después se quedan junto a nosotros para cuidarnos.
-Abuelo, entonces, el otro día, ¿un ángel me cuidó cuando caí por las escaleras? - Sí, mi niña, te debe haber cuidado, ¿has visto?, no te pasó nada.

-Abuelo, ¿cómo era tu mama?
- Muy buena y linda.
- ¿Cómo de buena?
- Inmensamente buena.
- ¿Cómo el cielo de grande?
-Si, como el cielo.
- Abue, mi mama se llama como ella ¿por qué?
- Bueno, es una costumbre.
-¿Qué es costumbre?,
- A ver, ¿cómo te lo explicó? Es como un pequeño homenaje a quienes queremos y por eso hacemos trascender su nombre en nuestros hijos.

- Abue ¿quién se llama Fátima?
- Nadie que tú conozcas en la familia se llama Fátima.
- ¿Y por qué me llamo así?
-Escucha y después te callas. Cuando naciste, algo te enfermó. Estabas muy mal, y tu madre le pidió a la Virgen, que se llama como tú, te sanara. Te sanaste; y de ahí que te llamas así ¿Has entendido?

- Si Abue, ¿pero por qué me llamo Fátima Aldana?
- ¡Deja de preguntas y ve a desayunar!
- Dale, Abue, decime, no seas malo.
- Escucha y, no te diré nada más, basta ya de preguntas.
- Una nena que al igual que tú se llamaba Aldana y vivía en casa con tu nona y conmigo. No tenía papa, su mama era nuestra amiga. Un día decidió marcharse y después de un tiempo, nos enteramos que la nena se volvió angelito; es por eso que te llamamos así.

-Abue, cuando la prima Lucy se case y tenga hijos, ¿yo voy a ser tía?
- Sí, y cuando Muri también los tenga. Cuando tú te cases, serás madre y sabrás lo que tu madre te tolera; después serás abuela y, entonces, entenderás cuando te digo que te calles. ¿Has entendido?
- Algo, no mucho. Sabes abuelo, yo creía que Dios era como vos, como los abuelos de mis compañeras, pero mi amiga Cielo me dijo que no existe.
- Sí, sí que existe, aunque tú no lo veas, Él siempre está contigo.
– ¿Así como mi mamá?
– Si, como tu madre y tu nona.
-Abuelo, cuando todos se vayan con Dios, ¿con quién me quedaré yo?
-¡No preguntes más y déjame ya en paz!

Mi enojo no dio resultado, me dio otro beso, se abrazó a mí y mirándome a los ojos no pude dejar de contestarle.
-A ver, ¿cómo te lo explico para que entiendas?
-Abue, con palabras fáciles, sino, no te entiendo.
- Ves, por qué no quiero responderte a ciertas preguntas.
-Bueno abuelo, no te enojes, te escucho.
- Todo tiene su tiempo, un ciclo, así es cómo se lo llama. Después, está el destino y es así como se nos acaba el tiempo y debemos partir. Te lo explico mejor. Escucha, es como si se gastara el tiempo y dejamos de vivir.
- ¿Como la "Quenay" ?
- Si como tu perrita que un día gastó su vida y partió. Eso es el destino. Cumplió con su tiempo. Eso es un ciclo, ¿entiendes?
-Sí, dale abuelo.
- Después estás tú, que has empezado a gastar tu tiempo. Tendrás casa, hijos, serás feliz, reirás y a veces lloraras, viajaras y conocerás gente. Es ahí donde tú debes decidir gastar tu tiempo en cosas lindas. Amando a los que te aman, perdonando y cuidando a los que quieres. Elegir nombres a tus hijos y después a tus nietos. Veras que no estarás sola, ¿sabes por qué? Porque habrás creado tu propia historia; y desde tu sangre, nacerán otras historias. ¿Ves? Nunca nos vamos del todo, siempre quedará algo de ti.
¿Sabes en dónde?
- En el corazón de los demás y para eso deberás ser una buena persona.
-¿Como el Principito, Abue?
-Si mi niña, como el Principito.

Me di vuelta esperando que se hubiese cansado de preguntar y para mi sorpresa volvió a la carga con su interrogatorio.
-Abue… ¿Cómo era tu papa ?
-Un hombre grande, de ojos azules, muy cariñoso.
-¿Cómo vos, abuelito?
– Si como yo, pero no tenía nietas preguntonas como tú.

-Abue, ¿por qué yo no tengo papa?
- Bueno, no sé por qué, eso debes preguntárselo a tu madre
- ¡Dale, contame vos!
- Mira pequeña, nada de lo que te diga podrás entenderlo.
-No importa, contame algo. En el colegio me preguntan los chicos, por qué me llamo como mi mamá.
-A ver, cómo te lo explicó, cuando tú naciste. Tu papi, un tiempo después, se fue y dejó a tu mamá.

-Abue, ¿mi papá era malo?
-No, mi pequeña. Él se cansó de algo, no estaba seguro, no valoró ni era feliz de tener una hijita tan bella como tú y se fue. Es por eso que tú te llamas como tú mama, como me llamo yo y tus tíos. ¿Acaso no te gusta? ¡No llores, eh! ¡Nada de penas ni de lágrimas! Las cosas, a veces, son así. ¿Sabes por qué? Porque Dios así lo quiso. Si no, mírame a mí. A tu edad, también me robé un papá, solo para mí y nunca lloré por ello. ¿Entendiste?

-Bueno abuelo, algo te entendí. Después, cuando sea grande, me lo explicas mejor. Abuelo, ¡qué raro que sos! A veces me haces llorar, ¿sos malo, eh?
- Si mi pequeña, a veces, soy malo, ¿Sabes por qué?, por lo mucho que te quiero.

-Abuelo, cuando Dios quiera que te vayas, ¿con quién voy a hablar, quién me contará cuentos y me hará cosquillas?
-Yo mi niña, yo. Ya verás que no partiré para siempre, ya lo sabrás cuando eso ocurra.

-Abuelo, ¿podes contarme de cuando eras niño?
-Deja ya de preguntar, ¿para qué quieres saber esas cosas?
–Abuelo, la abuela me contó que tú llorabas mucho, ¿por qué?
-Estaba triste, nada más que eso.
-Abue, ¿de tristeza se sufre?
-Sí, de tristeza se sufre y se llora; y también con ella se ríe y se es feliz.
-Si lloras, ¿cómo podes ser feliz, abuelo?
- Vamos mi niña, no pienses en eso, eres demasiado pequeña para que pienses en eso.

-Abue…
-!Siiííí! ¿Qué quieres ahora?
-Me llama mi mama, me voy.

Cuando creí que se acababa mi tormento, volvió sobre sus pasos y saltando de rodillas sobre la cama me abrazo y volvió a preguntar.
-Abuelo, ¿es cierto que no te vas a ir para siempre?
En una aguda voz que me hería por dentro, alcancé a responderle.
- No, no Faty, mi pequeña princesita. Estaré siempre contigo, ya lo verás, ya lo verás.
-Abue, una cosita más y te dejo
-Sí, ¿qué quieres?
-¿Me abrazas fuerte? ¡Porfa!

Texto agregado el 22-07-2017, y leído por 340 visitantes. (24 votos)


Lectores Opinan
12-08-2017 Encuesta. El lingüista Erre sólo usa comas cuando le falta aire y tú? Poemss
06-08-2017 Es tal cual lo escribes!! me agradó mucho, saludos. ome
03-08-2017 Me sonreí con tus diálogos y es que los niños son así.. es una fiel estampa.. Muy tierno ese abu.- Un abrazo, sheisan
25-07-2017 Hermoso relato amigo, los abuelos son lo máximo al igual que tus letras. Un abrazo ***** sirio
24-07-2017 los niños siempre preguntan y con que cariño has contestado muy tierno yosoyasi
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