Al día siguiente pintó a ese personaje sobre el lienzo, era una gran pintora, conocía el oficio, pintaba con alma y con mucha pasión, del negro pasaba al gris y del gris al sepia con gran maestría. pintó sin darse tregua, le dieron las doce del día y seguía pintando, estaba tan metida en la pintura que no se dio cuenta que ya eran las tres de la tarde, había comenzado desde las siete de la mañana y seguía pintando, al pintar se escapaba como del tiempo, se iba a lugares lejanos y hasta otras dimensiones, solo dejó de pintar como a eso delas cinco, preparó café y se lo tomó sorbito a sorbito sintiendo el aroma de esta bebida aromática que parecía llegarle hasta el alma. Enseguida se bañó, abrió la llave y dejó caer el agua sobre su cansado cuerpo, el agua la recorrió muchas veces, sintió hasta placer al sentir el agua sobre sus pechos, sus piernas y hasta su sexo. Después de bañarse tomó el teléfono y llamó a un restaurante para que le levaran un domicilio, le fascinaba la comida italiana y pidió comida italiana, al rato llegó el empelado del restaurante con la comida, canceló el valor y luego se fue a la cocina y cenó con mucho apetito y después de ver un rato la televisión, se acostó pues el cansancio la doblegó de inmediato y más que dormir parecía tener una terrible pesadilla, pues hasta gritaba y se revolcaba en la cama, hasta que los cantos de los gallos la despertaron al nuevo día.
Las treinta noches siguientes fueron tremendas, pues cada noche salía un personaje distinto del espejo, daban un rodeo por toda la casa y luego desaparecían, ella los fotografiaba pronto para evitar que se fueran sin dejar rastro y para luego poder pintarlos en los lienzos. Estos personajes, no eran personajes corrientes, parecían ser de otras épocas y cada uno parecía venir de una época muy diferente, se notaba en el vestuario y hasta en los peinados.
Después de haberlos fotografiado a todos, a todos los pintó, fue un arduo trabajo, pero al final logró terminar los treinta cuadros, también pintó la casa, una pintura abstracta y un autoretrato. Después se dedicó varios días a descansar, aunque no descansó únicamente, sino que leyó también cuatro horas diarias, a veces dos por la mañana, dos por la tarde y muchas veces leyó las cuatro horas seguidas, ya sea en la mañana o en la tarde.
Después de algunos días empezó a arreglar la casa, como si fuera a realizarse en ese lugar una exposición de pintura, fue colgando cada uno de los cuadros y esa casona que antes inspiraba algo de miedo, ahora inspiraba mucho terror, pues los cuadros eran fúnebres, no había el manejo de la luz en ninguno de ellos, ausencia total del rojo, el amarillo, el azul y el verde y el naranja. Quienes hubieran visto esa exposición, la hubiesen intitulado la exposición del misterio.
Había fijado el ocho de diciembre como fecha para inaugurar dicha exposición, hizo un pedido de los mejores vinos y pasabocas. El día de la exposición llegó y poco a poco fueron llegando los invitados, pero no llegaron de ninguna parte, sino que uno a uno fueron saliendo del espejo. La artista inauguró la exposición, estuvo muy elocuente y fluida en el discurso, sin lugar a dudas conocía mucho, yo diría demasiado, no solo de la historia de la pintura, sino de cada uno de los diferentes ismos que los grandes críticos han ubicado a los mejores representantes de la pintura, hizo énfasis en Picasso, Salvador Dalí y Miró y luego se procedió al brindis, hubo aplausos y hasta risas, durante toda la noche se habló de pintura y antes que las luces del nuevo día llegaran, cada uno se fue por donde vino, lo que no se llegó a saber nunca fue de qué dimensión del tiempo vinieron, si de un mundo paralelo, si del pasado o el futuro. Solo uno de tantos invitados se quedó en la casa para acompañar a la pintora y cada vez que se mira en el espejo, el espejo le devuelve la imagen de una mujer.
@ PEDRO MORENO MORA |