Después de algunos días había logrado poner todo en orden, aunque para ella no importaba el polvo, ni las telarañas ni nada, ahí se sentía cómoda y al fin de cuentas eso es lo que debe importar, lo que digan los demás es un asunto sin importancia, pues el que vive es el dueño de todas las obsesiones. De una maleta vieja sacó un computador portatil, de seguro que tiene mucha información en ese aparato, además le permitirá conectarse con el mundo, pues debe ser alguien que conecta desde la aldea con el orbe.
De todos los objetos que habían en la casa me llamó la atención un espejo muy grande, dos metros de altura por un metro de ancho, un espejo de cristal de roca, con un marco tallado. Estaba empolvado y casi no reflejaba, pero fue lo único que ella limpió, pues necesitaba ver su rareza todos los días, o tal vez para hacerle muecas al mismo espejo.
Un noche sacó de sus pocas pertenencias un libro raro, pues todo indicaba que no era de esta época, las características de ese volumen así lo daban a entender, estaba cubierto de un cuero raro como si fuera de serpiente o lagarto, en fin, eso no tiene importancia, pues lo que importa es el contenido, ya que muchas veces tras de una fina estampa se esconde toda la maldad que uno pueda imaginarse. Esa noche no durmió, leyó toda la noche, de vez en cuando tomaba tinto y fumaba, se paseaba inquieta por la sala y luego reanudaba la lectura.
A la siguiente noche sacó una cámara de fotografía, se veía que era muy fina y con ella debió tomar muchas fotos y de hecho que en esa casa iba a tomar muchas más. Luego encendió una grabadora vieja, introdujo un cd y empezó a sonar el Ave María de Haydn, esa música la transportaba, en su semblante se notaba algo de euforia, escuchaba la música con intensidad, parecía desdoblarse y su rostro sudaba, a pesar que el clima era fresco.
Se paró con decisión y fue hasta el espejo quien la recibió con placer y poco a poco sus rasgos empezaron a endurecerse, a virilizarse y dejó de ser ella para ser el, enseguida se cambió de ropa, se vistió todo de negro, hasta sombrero negro se puso y se retrató frente al espejo, se retrató muchas veces y en diferentes poses, hacia diversas muecas y cambiaba constantemente la expresión de los ojos.
Con el libro en la mano y con unas gafas de mucho aumento empezó a leer apartes del libro, pero ese no era un idioma convencional, yo jamás lo había escuchado, era un idioma muy sonoro, pero totalmente inteligible a oídos y mentes humanas. Me comenzó a dar miedo, pero me tranquilicé, pues quería llegar al meollo del asunto.
Templó uno de los lienzos y sacó pinceles y pinturas y como por arte de magia, al pronunciar un estribillo que nunca entendí, salió un personaje del espejo, ella lo fotografió de inmediato, pues tenia temor de que pronto se fuera, aquel personaje enigmático que parecía venir de épocas remotas dio una vuelta por la casa y después de un largo rato se marchó.
CONTINUARÁ |