En el cuarto frío cuelga abrumador el vacío,
el aire golpea la frente y alimenta el deseo,
se aloja en la boca el sabor picante y ardiente
que sube con locura de esas mismas entrañas
que son la identidad de un alma imprudente.
En la frescura de su lava es la carne la que lleva
la semilla de mil huracanes de atrevimientos,
que permiten conocer toda la condición de mujer.
El poder de sus secretos oscuros y sus miradas,
esos destellos que se filtran a través de sus pestañas
para pintar el secreto de su misterio y su mística.
Se siente la apasionada sangre debajo de su piel
y el cuarto frío cobra calidez de una lucha épica,
la mudez de sus gemidos elimina al vacío de un alma
que refleja una eternidad de erotismo bien entendido.
Texto agregado el 20-07-2017, y leído por 113
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