Te recordaré
en el arrebato pérfido que sufrió el prado de tus ojos ,
arrebato impregnado en mi mente
como un invierno inservible y lastimoso,
ornamentando con tus carnes su esquelético cuerpo
-simbología del hambre,
y te has quedado sumido, hombrecito pequeño y amable
entre las sombras del pensamiento grande.

Has dormido al corazón
y es un sol al mar descendiendo,
iluminando las aguas de la existencia inagotable
porque entibiarán las raices de su simiente
en cada fase mutable.

Has oprimido mi alma
y ahora te muerdes
para penetrar en la pena que nos abraza
¡y déjame ir!,
que en el laberinto de mi interior
no habrán depurado las emociones
cuando se precipite tu sentir.

¡Ay de mí!
pergamino de pasiones revueltas,
¡ay de ti!
ven a ascender mi amor
en las curvas de mi silueta,
¡ay del fin!
pérdidas tempranas del poeta.