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HOMENAJE AL NEGRO MARIO

Conocí al negro Mario cuando yo tenía ocho, tal vez diez años. Él ya pasaba los cincuenta y tantos largos. No tenía un oficio definido, se ganaba la vida como podía, como peón de albañil, de pintor, de plomero, de lo que fuera.

Había sido boxeador en su juventud, pero no se destacó en el box. Tenía mandíbula de cristal. Mayormente lo empleaban como sparring por unos pocos pesos. Es decir, combatía con otros boxeadores de mayor categoría cuando estos entrenaban.

Había actuado en la categoría mediano y había recibido mucho castigo en el duro oficio del box.

Todos decían que los golpes le habían afectado la cabeza. Tal vez por eso nunca aprendió un oficio y solamente era ayudante.

Su aspecto era imponente. Alto, delgado pero sólido, macizo, muy morocho, con el pelo lacio peinado para atrás, cicatrices en las cejas y nariz chata, de boxeador. Manos grandes con nudillos pronunciados. Podría decirse que a primera vista tenía un aspecto que infundía miedo.

Pero a pesar de su aspecto feroz, el negro Mario era incapaz de faltarle el respecto a nadie, ni abusar de su superioridad física y menos todavía de decir algo impropio a una mujer. Ni siquiera decía malas palabras.

Vivía con su madre, una mujer anciana en una pieza en un conventillo de la calle San José, en el barrio de Constitución. El negro Mario jamás se casó.

En verano, muchas veces mi papá nos llevaba a la Costanera a comer sandía, que se vendía en puestos armados con varias tablas sobre caballetes.

Allí trabajaba el negro Mario, cortando las sandías en rodajas y entregándolas a cada cliente con un cuchillo. En un costado había un tambor de aceite lleno de agua para que los clientes se enjuagaran las manos al terminar.

Se alegraba mucho al vernos llegar al puesto. Cuando atendía gente humilde que compraba una sola porción para compartir entre todos, el negro Mario les servía una porción para cada uno y no las cobraba.

El dueño del puesto, también un boxeador retirado y amigo de toda la vida del negro, lo reprendía y amenazaba con descontar de su sueldo las porciones que el Negro reglaba: ¿qué voy a hacer con vos Mario? no regales mercadería, la próxima te la voy a descontar”,
Pero jamás lo hizo.

Pero Mario solamente sonreía. No podía ver la necesidad de los demás sin hacer nada. Verano tras verano trabajó en el puesto de Belgrano y la Costanera.

Cuando falleció su madre, no dejó de ir un solo domingo a la Chacarita durante el resto de su vida.

Hay un recuerdo que tengo de aquella época y jamás se me ha borrado. Una tarde llegamos con mi papá a buscarlo a la pensión para encargarle un trabajo. Estaba tomando mate y le dijo a mi padre:

- disculpe que no le invite una mate don, pero en esta bombilla tomó mi viejita muerta, y este recuerdo no lo puedo compartir con nadie.

Solamente con los años cuando crecí y conocí gente, cuando recorrí la vida, llegué a comprender y valorar a gente como Mario.

Solamente tenía un único saco, pero siempre estaba perfecto, lavado y planchado por él mismo. Siempre visitió ropa de segunda mano que la gente le regalaba. Compartía con todos los empleados del puesto de sandías las propinas que la gente le dejaba en el puesto de sandías.

Fue una persona con códigos, palabra, respeto, dignidad y que había hecho un culto del amor hacia su madre.

Ojalá en este mundo hubiera mucha mas gente como el negro Mario. Murió a la vuelta de pocos años y en estos cincuenta años transcurridos desde entonces lo he recordado pocas veces en realidad.

Cada mañana salía a buscar alguna changa para ganar unos pesos. Nunca hay que bajar los brazos -lo escuché decir una vez- porque si los bajás te pegan en la cara. Era un refrán de boxeadores que aplicó toda su vida.

Acabo de ver con tristeza, al pasar por la calle San José que están tirando abajo el viejo edificio del conventillo, donde en una humilde piecita, el negro Mario pasó su vida junto a su viejita. Y entonces se me ocurrió escribir estos recuerdos, en homenaje a su memoria.


Texto agregado el 14-07-2017, y leído por 100 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
15-07-2017 Una persona de bien ese Negro Mario. Lindo texto. Saludos. Clorinda
14-07-2017 Ricky, es un recuerdo maravilloso y te enaltece el homenajear al negro Mario. Ha sido un verdadero gusto pasar por acá. Un beso. MujerDiosa
14-07-2017 Sin duda un muy valioso ser el Negro Mario. Gracias por compartir. Un abrazo, sheisan
14-07-2017 Nunca se debe perder la humildad, hay boxeadores millonarios que dejan sus orígenes y empiezan a vivir en una nube... Buen recuerdo, y sí, deberían de haber más gente como él... Saludos!! https://espejosazules.blogspot.pe/ papel
 
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