Quisiera que el amable lector sometiera a su consideración la posibilidad de una relación entre los dos pasajes literarios que a continuación se describen.
En la famosa tragedia del Bardo de Avon, el príncipe Hamlet les pide a unos cómicos que representen en el castillo de Elsinor la obra “La muerte de Gonzago”, en la cual introduce algunos cambios. Llegado el momento, la corte danesa presencia la recreación detallada de un asesinato muy parecido al que acabó con la vida del padre de Hamlet, el anterior rey. Mientras Claudio (el actual rey, hermano del fallecido) contempla la función, se excita sobremanera y termina abandonando la sala. El príncipe Hamlet ha conseguido su propósito: la reacción de su tío ha confirmado su culpabilidad. El fantasma de su padre estaba en lo cierto: su propio hermano había sido quien le había asesinado para casarse con su mujer y usurpar el trono de Dinamarca.
En el poco conocido libro “La historia de la nación chichimeca”, escrito por el historiador novohispano Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, el rey Nezahualpilli, tras acceder a los requerimientos amorosos de una mujer que le pretendía, se entera de su condición de casada, y, como castigo, tanto por su adulterio como por haber sido el instrumento necesario para que él mismo delinquiera, ordena que sea ejecutada y arrojada al barranco de los adúlteros. Al enterarse el noble Teanatzin de la suerte que ha corrido su mujer, se queja airadamente y se pregunta por la razón de tanta crueldad. Esta falta de conformidad es interpretada por el rey como un desacato a su persona y es condenado a prisión, en la cual Teanatzin compone una conmovedora canción que narra sus padecimientos. Cuando el rey Nezahualpilli la escucha, cantada por unos músicos amigos del prisionero, cae en la cuenta de su injusticia, le perdona y le obsequia con toda suerte de regalos, incluyendo una doncella con la que desposarse.
El principal rasgo común entre los dos pasajes resulta evidente: la representación teatral. En el primero, llevada a cabo por un grupo de actores. En el segundo, por un grupo de músicos. Nos hallamos ante eso que ha dado en llamarse metaliteratura: literatura dentro de la literatura. En las fechas en que se escribieron ambas obras (1603 la del inglés, y 1640 la del español) era un recurso literario frecuente. Recordemos su presencia en el teatro isabelino o, aquí en España, en el mismísimo Quijote. Por tanto, en una primera aproximación, no parece haber nada extraño en esta semejanza.
Resulta, sin embargo, especialmente llamativa la similitud existente entre las funciones que se representan. En el primero caso, el noble Hamlet se las ingenia para mostrar el asesinato de su padre ante las mismas narices del culpable, el actual rey Claudio. En el segundo caso, el noble Teanatzin se las ingenia para mostrar el asesinato de su mujer (y su propio encarcelamiento) ante las mismas narices del culpable, el rey Nezahualpilli. En ambos casos, un ofendido por el poder real se vale de una representación pública para mostrar la ofensa y provocar la reacción del ofensor.
He buscado tan afanosa como infructuosamente la posible influencia de uno de los autores en el otro. (Si bien es cierto que el texto de Ixtlilxóchitl es histórico y debería ceñirse escrupulosamente a la realidad, sin estar sujeto a influencias de tipo literario, se ha demostrado que hubo casos en los que este autor no fue tan riguroso). En principio, la influencia podía ir dirigida desde el autor novohispano al autor inglés (recordemos que España era la potencia cultural dominante de la época), pero las fechas de publicación de las obras anulan esta posibilidad. En relación con la otra posibilidad, una influencia en sentido inverso, la misma también parece descartable, dado que la obra de Shakespeare tardó bastantes años en ser conocida por el público español. De hecho, la primera traducción de Hamlet al castellano, llevada a cabo por el dramaturgo Leandro Fernandez de Moratín, data de 1798.
Quizá no haya una influencia de una obra sobre la otra. Pudiera ser que ambas tomaran como modelo alguna una misma obra. O puede que todo sea fruto de la casualidad. Si el amable lector, al que antes me he referido, tiene la solución, por favor que me lo haga saber.
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