Miércoles de Ceniza
No había tenido tiempo, sentía la presión de no haber ido, siempre en su familia se había hecho, pero aquella tarde no tenía la frente manchada de ceniza, era miércoles y la tradición católica se encarga de recordar que “de polvo eres y en polvo te convertirás”.
Ya pasaban de las siete, quizá si se daba prisa, aunque no llegara a misa, alcanzaría la imposición de ceniza. Así que corrió y al llegar la iglesia de su comunidad estaba cerrada, no lo podía creer, había un letrero con los horarios, y hoy la última ceremonia fue a las cinco.
Así deicidio fumarse un cigarrillo, y ahí frente a la iglesia, después de pensarlo mucho, en tanto se consumía el tabaco, de un solo empujón, estrelló su cigarro contra su frente “de polvo eres y en polvo te convertirás”, dijo y sintió como se arde en las llamas del infierno cuando se apaga un cigarro con la frente.
Jueves Santo
Pues ni que decir, los tenis eran de plástico, y por mucho que había hecho, no más no se había podido ocultar, la ceremonia fue corta, pero el olor intenso. La representación tenía que continuar, así que el Jesucristo del pueblo se acercó con la jarra de plástico pintada de dorado con aerosol, y fue lavando los pies de cada uno de los discípulos.
Pero al llegar con Pedro, por mucho que intentó, y ante la presión del papel interpretado, vomitó justo en sus pies, “¡Pinche Carlos, te dijimos que te lavaras las patas!”, gritó el Jesucristo ante el asombro de la gente que había ido a ver el lavatorio de pies.
Viernes Santo
Le había tocado el papel de soldado romano, y se había tundido al Jesucristo desde el inicio, conforme caminaban hacia el Gólgota del pueblo, el soldado le pegaba con más fuerza, y el Jesucristo nada más le decía casi en susurros “bájale un poquito carnal”, y el soldado pensaba “que bájale poquito, ni que la chingada”.
La espalda del Jesús de Nazaret quedó destrozada, el soldado con toda la maña del mundo había mojado la pajuela del látigo, con todo el odio le había pegado en pleno Viernes Santo, le había pegado al Jesús que se había quedado con la que bien pudo ser su vieja, pero a la que nunca se atrevió a confesarle su amor.
Domingo de Resurrección
La entrada de la gloria, despertar en un abrir y cerrar de ojos, volver a la vida, así se sintió esa mañana, esa mañana en la que en minutos antes sentía que se moría de verdad. Era Domingo de Resurrección, aunque para este hereje, fuera el pretexto idóneo para curarse la cruda que traía, con una cerveza bien fría.
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