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BRUNO Y EL ARCÁNGEL



Como todos los días, se despertó al alba y sobresaltado, como todos los días. Hizo estiramientos musculares y se puso a la defensiva, listo para cualquier cosa. Siempre le sucedían cosas malas. Se sorprendió al no sentir los punzantes dolores que le provocaba la artrosis cuando hacía los estiramientos.

Caminó algunos pasos lentamente. No dolió. Luego hizo una corta carrera. Nada. El dolor había desaparecido. Esto era toda una sorpresa.

No lo sabía, pero ese día tendría muchas sorpresas.

De repente se dio cuenta que no sentía hambre. Eso si era una otra sorpresa, porque no recordaba una momento en su vida en que no hubiera tenido un hambre atroz.

Asimismo se sintió libre de la implacable mordedura de las pulgas que lo atormentaban día y noche, haciendo imposible a veces conciliar el sueño. Ya no sentía esa molestia tampoco.

Esto era muy extraño. ¿Qué estaba pasando? Observó el entorno y no le resultó familiar. Anoche el frío era insoportable y tuvo que refugiarse entre
dos contenedores de residuos para protegerse del viento helado, pero ahora el tiempo era delicioso. Un día de sol radiante y había perros de todo tipo jugando alegremente por todos lados, en un hermoso parque arbolado.

Notó que un perro de gran tamaño caminaba directamente hacia él. Normalmente se le hubiera erizado el pelo ý se hubiera preparado para la pelea, otra más de las muchas que había tenido en su vida, pero esta vez esperó tranquilo al perrazo, que llegó y amistosamente dijo:

- Buenos días me llamo Fido, y te pido disculpas por no haber venido antes, pero hoy tuve un día muy ocupado ¿Cuál es tu nombre? No lo tengo en mis listas.

- Yo no tengo nombre

- Los dueños siempre les ponen nombre a sus perros. ¿Tus dueños no te pusieron un nombre? Es raro.

- Nunca tuve dueño.

- ¿Y con quién vivías?

- Con nadie, vivía en la calle, solo.

Fido comprendió que estaba ante un caso muy especial. La mirada desconfiada del recién llegado lo convenció: tenía que darle una explicación de lo que estaba pasando.

- Bueno, te pondré un nombre. Los nombres son necesarios. Te llamarás Bruno. Es un buen nombre para un perro.

- Verás Bruno, el hecho es que estás en el Paraíso de los Perros. Tu vida anterior finalizó anoche, durante la tormenta de nieve. Estarás con nosotros un tiempo y volveremos a asignarte otra misión en otro cuerpo. Será tu siguiente reencarnación.

Mientras conversaban, se habían acercado otros perros. Los perros son muy curiosos. Normalmente Bruno se hubiera puesto a la defensiva, pero ya no sentía tampoco ese miedo que sentía todo el tiempo hacia todo el mundo.

- En cualquier momento, continuó Fido, vendrá el Arcángel para pedirte la lista

- ¿Lista? Yo no tengo ninguna lista

- Si la tienes. Está en tu memoria. La recordarás cuando hables con el Arcángel, minucia por minucia, recordarás toda tu vida. Quienes te lastimaron y quieres se apiadaron de ti y te ayudaron. No te preocupes. La recordarás.

- Nosotros los perros, continuó Fido, somos espíritus superiores. Ya no odiamos, ni sentimos rencor, estamos libres de la codicia y jamás tramamos venganzas. Tenemos todas las virtudes de los seres humanos, pero ninguno de sus defectos.

- Hay otros animales, por supuesto, que tienen la misma nobleza de carácter que nosotros los perros, pero entre todos los animales, somos nosotros los que los humanos eligen como sus mascotas.

- Por eso nos destinan a convivir con ellos, en sus casas. Ellos creen que somos sus mascotas, pero en realidad somos los testigos del Arcángel. Los hombres se muestran frente a nosotros tal como son. No pretender ser otra cosa. Cuando nos miramos con ellos a los ojos, sosteniendo la mirada, no sospechan que estamos en realidad escrutando su alma, porque creen que somos criaturas simples y sencillas. No sospechan quienes somos en realidad.

- Todas las virtudes y defectos que veas en ellos, una por una, quedan registradas en tu memoria, en la lista que te pedirá el Arcángel cuando te vea.

- Y ahora te dejo Bruno, tengo que seguir con mis tareas. Aprovecha estos momentos. Puedes ir a jugar a la plaza con todos los perros que encuentres. Es enorme y tiene infinidad de árboles y fuentes de agua.

Bruno estaba aturdido tratando de entender los cambios que se había producido en su vida. Y recordó que él también había sido un hombre alguna vez, y por la pureza de su espíritu recto, piadoso y compasivo, fue elevado a la categoría de perro.

En ese momento pasaban varios perros corriéndose en sus juegos y Bruno sin pensarlo un segundo se unió a la correría, donde fue recibido alegremente por todos.

Así estuvo un buen rato, con ese despliegue de energía tan típica en los perros cuando juegan, fingiendo peleas con gruñidos y mordiscos inofensivos. Cuanto más corría más lleno de energía se sentía. Más se divertía. Hacía años que no se sentía tan feliz.

De pronto escuchó que un perrito pequeño, de ojos saltones, gritaba:

- ¡Bruno! ¡Bruno! ¿Quién de todos ustedes es Bruno?

Al oír su nombre se acercó al perrito de ojos saltones

- Yo soy Bruno, ¿Qué sucede?

- Acompáñame Bruno, te llama el Arcángel

Texto agregado el 11-07-2017, y leído por 93 visitantes. (3 votos)


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