No me gusta que me hables
sin pensar en las palabras que exhalas,
no me gusta tu destiempo a mis ansias,
me hace mal el pesar que depositas en el alma.

No me apetece lastimar el corazón
cuando no hallo la miel en tus labios,
no soy buena para el amor
pero por él me juego el pellejo
en cualquier paredón.

La amabilidad no ha sido uno de tus detalles,
te quiero y sé querer con la fiebre de la amante
pero hay dolores que surcan la piel
hasta colapsar en la urgencia
que en el interior arde.

No te preocupes por mí, cariño,
soy una aficionada de las pérdidas tempranas,
soy lo que las buenas niñas no deben ser
si desean una aureola dorada
ornamentando el respaldar de su cama.

No, esta samaritana
no se parece en nada
a esas tontuelas niñas que desean el cielo
y una estrella artificial como insignia,
soy el lamento de una infancia mutilada,
soy una hembra desamparada y solitaria,
soy algo mezquina, muy cretina y poco cortés
para los caballeros que ofertarán mis esperanzas
en las paredes empapeladas de un vulgar motel
sobre las carreteras de la madrugada.