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Inicio / Cuenteros Locales / albertoccarles / 1814-1815- San Martín y Alvear (de la historia argentina)

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Luego de los desastres sucesivos de Vilcapugio y Ayohuma, a fines del año 13, que alejaban los efectos de las victorias del año anterior en Tucumán y Salta, es relevado el general Belgrano del mando del Ejército del Norte, siendo nombrado (1) el 16 de diciembre de 1813, General en Gefe del Ejército Auxiliador del Perú, el coronel D. José de San Martín, quien partió inmediatamente con dos escuadrones del Regimiento de Granaderos a Caballo a tomar el mando de ese ejército nominal que era menester crear y reorganizar desde su base hasta su armamento.

El 27 del mismo mes, el coronel D. Carlos de Alvear fue nombrado General del Ejército de la Capital y Comandante general de armas en toda la Provincia de Buenos Aires. Y la Asamblea Constituyente del año XIII cambió la forma administrativa colegiada de gobierno, reconcentrando sus facultades en una sola persona, eligiendo para esa función a Gervasio Antonio Posadas, como Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Pero era Alvear, el sobrino carnal de Director, quien tomaba sobre sus hombros las responsabilidades de la azarosa situación de la patria en esos momentos...

A fines de junio, éste tomaba la plaza de Montevideo, resolviendo uno de los problemas más arduos de la guerra de la Independencia, donde la España perdería el único terreno en que podía haber hecho pie para concentrar nuevas fuerzas y amenazar a la Capital. Sin esa Plaza era operación harto difícil para aquél tiempo emprender una expedición con qué reconquistarla, e introducir la guerra por el Río de la Plata.

Entretanto, en el norte, San Martín se había hecho cargo del ejército, ocupándose de su reorganización, tarea que emprendió junto al general Belgrano, negándose a cumplir la orden del gobierno de destituirlo a éste y ordenarle bajar a Buenos Aires para el correspondiente proceso. Haciendo exageración por la supuesta falta que le hacía el general Belgrano en el ejército (“por desconocimiento del país, cuyas gentes, costumbres y relaciones me son desconocidas y cuya topografía ignoro”, decía en una carta), San Martín postergó el cumplimiento de la orden superior. Pero la inocente modestia que el general San Martín afectaba, encubría también, en este caso, una sagacidad exquisita que era propia de su genio. Manteniendo a su lado a Belgrano como gefe natural y preciso del ejército, y limitándose él a un mando cuasi interino y efímero, San Martín trataba de colocarse en una situación que le permitiera eludir los compromisos y alteraciones que veía venir sobre el país, sobre el ejército, sobre él también, por la ambición impetuosa del general Alvear. San Martín veía que toda la actividad de la administración de la guerra en la capital estaba contraída a preparar las operaciones sobre Montevideo, y esa espléndida gloria le estaba reservada al brillante joven que encabezaba la facción de gobierno dominante. El ejército acantonado en Tucumán era apenas atendido con aquello que era de estricta necesidad para operaciones defensivas. San Martín, aunque acreditado como militar competente, no había salido de su modesta posición social y militar, y estaba muy lejos de gozar del prestigio y del favor que Alvear había logrado crearse con su natural petulancia, con sus talentos reales y con su desembozada confianza en el éxito. San Martín era un militar juicioso y cauto (sigue Vicente Fidel López), que necesitaba de un gobierno establecido que le diese los medios y recursos administrativos con que debía operar , aunque en Cuyo demostraría lo contrario. Eso de avanzar al poder político para crearse una preponderancia personal y correr con ella a la gloria militar y a la victoria, era cosa no sólo agena a su índole natural, sino a su sólida y cuerda moralidad.. San Martín observaba que si Alvear triunfaba sobre Montevideo (cosa que hizo en seis meses), no renunciaría a la gloria de venir a Tucumán con el ejército victorioso para abrir una campaña poderosa contra el Perú.

Tampoco San Martín las tenía todas consigo en el ejército del Norte. Allí no eran bien mirados los hombres del 8 de octubre de 1812. En ese teatro prevalecían las inspiraciones locales, rezagos de los sentimientos simpáticos que el partido saavedrista había gozado entre los provincianos. Los gefes de los cuerpos que desde hacía cuatro años estaban en campaña y lucha con tropas realistas, carecían de afinidad con el general Alvear y con sus adictos, y el mismo San Martín no se sentía cómodo con ellos, en cambio Belgrano sí era bien considerado, y era para San Martín una garantía de que interviniendo aquél como agente subalterno, todo debía marchar orgánica y tranquilamente, y si las cosas avanzaban con síntomas de rebelión contra el partido y los hombres de la capital, tenía una manera fácil de eludir los graves compromisos de la situación, deshaciéndose del mando del ejército, depositándolo nuevamente en el ilustre y venerable patriota que acababa de ser su gefe.

Comenzó entonces con los síntomas de su enfermedad, que le permitiría retirarse de mando del ejército, pero sin embargo logró organizar la defensa de la ciudad de Tucumán, fortificándola, elevó a tres mil hombres el cuerpo de ejército a su mando, y estrechó vínculos con el jefe de la resistencia salteña, D. Martín Miguel de Güemes. El avance de los realistas sobre el Tucumán, fue demorado por la victoria del general Arenales el 25 de mayo en la Florida, recuperando para los insurrectos las provincias de Cochabamba y Santa Cruz, haciendo peligrar la retaguardia realista. Y finalmente detenido el avance español cuando se confirmó la caída de Montevideo a manos del ejército de Alvear.

Fueron tales y tan grandes los apuros y las ansiedades en que la toma de Montevideo puso al virrey de Lima (sigue V.F.L)., que no sólo se manifestó impotente para reforzar el ejército de Pezuela en Salta, como éste lo exigía temiendo el rápido avance de las fuerzas argentinas, sino que formó un Consejo de Guerra en Lima el 30 de agosto que acordó una precipitada retirada de Pezuela al Perú y mandó llamar a Osorio comandante de las fuerzas realistas en Chile, para que acudiera en auxilio de la capital del virreynato, .para ayudar a salvar a este vasto país, y su ejército en operaciones, de los complicados peligros que le amenazaban.

He aquí, (sigue V.F.López) cómo fue que la victoria marítima del almirante Brown, el éxito brillante de las operaciones del general Alvear, y los actos de la política altamente inspirada de los ilustres prohombres del 8 de octubre de 1812, produjeron consecuencias continentales en toda la parte austral de la América del Sur. ¡Y de cierto que Pezuela y Abascal, el virrey, no se engañaban! Si nuestro estado social no hubiera estado fatalmente envenenado en ese mismo momento, la nueva expedición al Alto-Perú que el general Alvear debía haber llevado inmediatamente después de la toma de Montevideo, hubiera coronado en Lima en 1815 la obra de la Revolución de mayo de 1810.

A todo esto, ya en marzo de 1814 el general San Martín había conseguido que se le exonerase del mando del ejército, y se había retirado a Córdoba, en espera de un nombramiento en la oscura gobernación de Mendoza. Posadas accedería a ello, sin consultarlo a su sobrino, que cometería el error de proponer para cubrir el cargo de jebe del ejército de Tucumán a Rondeau, desplazado por él en la Banda Oriental. Refiere el historiador, y lo confirman las Memorias del general Paz (2), a la sazón oficial del ejército del Norte: “Alvear contaba con que la insignificancia personal y la flemática o tramposa resignación del nombrado, le darían la seguridad de que, próximo a tomar ese puesto para sí, ningún trabajo le costaría la separación de ese hombre, desprovisto de calidades políticas, y notoriamente incompetente para llevar a cabo la grande campaña que se preparaba”.

Entretanto, Alvear organizaba la partida sucesiva de los cuerpos concentrados en Los Olivos, hasta el número de siete mil veteranos, abandonando la Capital en dirección a Jujuy el 16 de Noviembre de 1814, contando con ponerse muy pronto sobre las tropas del virrey del Perú. Pero el 7 de diciembre, estando en Córdoba, se entera de la sublevación de los viejos oficiales del ejército de Jujuy en contra de la decisión de entregarle el mando, con el acuerdo del general Rondeau, quien se mantiene, no por decisión del gobierno, sino por la de los propios sublevados. El general Paz, testigo imparcial de estos sucesos, cuenta(2): “Esta fue la primera vez que el ejército desconoció la autoridad del gobierno, advirtiendo que fue por un motivo puramente personal. Los gefes promotores de la asonada advirtieron que iban a perder su influencia y que sus puestos iban a ser dados a los adictos al general Alvear...El papel que en todo esto hizo el general Rondeau fue de una refinada hipocresía, pues sabía mejor que nadie lo que iba a ejecutarse

El general Alvear vuelve entonces a Buenos Aires, rechazado por el ejército que debía haberse puesto a sus órdenes. Alvear regresaba a la capital ofendido en lo más vivo en su orgullo militar contrariado en las grandes aspiraciones de su carrera, e indignado también (¡y vive Dios que tenía razón!) de la inicua injusticia de sus enemigos, que si bien le cerraban el paso a su fortuna, se lo cerraban también a las glorias de la Patria, y a la terminación inmediata de la guerra de la independencia. El juicio del general Paz es inapelable.

Los apodos que recibía Rondeau de sus subalternos iban de ”José bueno, a Mamita, como lo llamaba el coronel Forest... Yo no escribo como poeta para cantar glorias disimulando defectos y encomiando hazañas...sino para hacer conocer los sucesos que he presenciado presentándolos en su verdadero punto de vista y con la verdad severa de mis opiniones y de mis recuerdos” (J.M.Paz). Las consecuencias no se harían esperar, y el año 1815, a pesar del efímero triunfo de Puesto de Marquez, golpearía con contundencia en Venta y Media y Sipe-Sipe al ejército argentino, postergando por diez años la expulsión de las tropas realistas de la América del Sur.

En julio 11 de 1814, desde Montevideo, Alvear le escribía a San Martín: (3)

“Amadísimo amigo:
Hemos concluido muy pronto esta importante guerra y ya las Provincias Unidas no tienen más enemigos por esta parte...
...La fortuna me ha favorecido en todas mis empresas admirablemente, ella quiera ser propicia a ustedes del mismo modo.
...Mi ejército lo he aumentado prodigiosamente no sólo con los prisioneros que han tomado partido sino con gran número de reclutas que he hecho en la campaña y que consta de muy cerca de siete mil hombres. Memorias a los amigos y mande como siempre a éste su verdadero y apasionado amigo”.
Alvear.

En marzo 22 de 1814, San Martín le había escrito desde Tucumán (3) a Nicolás Rodríguez Peña:

“No se felicite, mi querido amigo, de lo que yo pueda hacer en ésta; no haré nada y nada me gusta aquí. No conozco los hombres ni el país y todo está tan anarquizado que yo sé mejor que nadie lo poco o nada que puedo hacer...La patria no hará camino por este lado del Norte que no sea una guerra defensiva, y nada más. Para eso bastan los valientes gauchos de Salta con dos escuadrones buenos de veteranos. Pensar en otra cosa es echar al Pozo de Ayrón hombres y dinero. Así es que yo no me moveré ni intentaré expedición alguna. Ya le he dicho a V. mi secreto. Un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza para pasar a Chile y acabar allí con los godos, apoyando un gobierno de amigos sólidos, para acabar también con los anarquistas que reinan; aliando las fuerzas, pasaremos por el mar a tomar a Lima; ése es el camino y no éste, mi amigo. Convénzase V. que hasta que no estemos sobre Lima la guerra no se acabará. Deseo mucho que nombren VV: alguno más apto que yo para este puesto: empéñese V. para que venga pronto el reemplazante, y asegúreles que yo aceptaré la intendencia de Córdoba. Estoy bastante enfermo y quebrantado; más bien me retiraré a un rincón y me dedicaré a enseñar reclutas para que los aproveche el gobierno en cualquiera otra parte. Lo que yo quisiera que VV. me dieran cuando me restablezca, es el gobierno de Cuyo. Allí podría organizar una pequeña fuerza de caballería para reforzar a Balcarce en Chile, cosa que juzgo de grande necesidad y le confieso que me gustaría pasar mandando ese cuerpo. José de San Martín”.

En la Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana (4), el general Mitre, habla de un “brindis famoso”: “La noticia de la derrota de Sipe-Sipe (noviembre de 1815) había producido un gran desaliento en el país y principalmente en el pequeño ejército de Cuyo, único núcleo de fuerza a la sazón organizado: La idea general era destinarlo a engrosar el ejército del Alto Perú para defender la frontera norte amenazada. En medio del pavor general, San Martín invitó a todos los oficiales a un banquete: Nunca se lo vio más franco ni más risueño que en aquella ocasión. A los postres, púsose de pie, y con voz entonada, en que vibraba la convicción, propuso un brindis general: “Por la primera bala que se dispare contra los opresores de Chile del otro lado de los Andes”. Estas palabras encontraron eco en todos los corazones. La confianza volvió a renacer...

De donde se puede comprender, inferir, interpretar que la suerte esquiva de la Independencia de estas Provincias Unidas en los años 1814-1815 estuvo en manos de muy pocos, que protagonizaron los hechos relatados, y cuya memoria perpetúa la historia oficial y la documentación escrita con variada lógica y curioso raciocinio.

Analicemos:

Que San Martín tenía sus propias ideas respecto a cómo actuar para lograr la independencia no hay dudas.

Que el ejército del Norte no era su objetivo, también está claro. Como también está claro que quería despegar su suerte de la del general Alvear.

Que éste era un genio tanto político como militar, quedó demostrado por su rapidísima trayectoria, que pocos dudan no hubiera culminado en Lima en el año 1815, si no lo hubieran traicionado.

Que si San Martín hubiera permanecido nueve meses más a cargo del ejército en Tucumán, quizá otra hubiera sido la historia del ejército del Norte.

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Referencias:
(1) Historia de la República Argentina.-Vicente Fidel López.
(2) Memorias Póstumas del General José María Paz.
(3) Documentos del Archivo de San Martín (1910).
(4) Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana, Bartolomé Mitre.

En Negrita, resaltado mío.

Texto agregado el 19-09-2004, y leído por 3518 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
20-09-2004 Dice el Ingeniero falcón que el mayor valor utilitario de la historia es mostrarnos que estábamos equivocados. Alvear y San Martín, dos personajes curiosos de la historia Argentina doc, de los cuales desde Levene a de Rosas se han tejido y destejido multiplicidad de versiones. Quizá Ud tenga razón, y otra hubiese sido la historia del ejercito del Norte, pero en la región tambien estaba don Martín Miguel, y muy especialmente la sociedad norteña. El archivo privado de los Mitre, celosamente guardado por años y años, y que esa maravilla de historiador que fue don Zavala mantuvo a buen resguardo, contienen parte de esa historia que no conocemos. Hermoso tema, con muchísima tela para cortar. Gracias por compartirlo hache
20-09-2004 Dicen que la Historia no es otra cosa que una sucesión, sucesiva, de sucesos sucedidos sucesivamente, sin embargo la interpretación de la Historia será siempre interminable. Excelente trabajo. maravillas
 
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