EL CONSULTORIO MÉDICO
Llegué tarde. Tenía cita a las 17, pero con el tránsito infernal de esa hora, cuando todo el mundo sale del trabajo, llegué tarde con media hora de retraso. La recepcionista me recordó que los horarios deben respetarse estrictamente
- Tiene razón señora y sería una buena idea que también se lo recuerde médico –contesté amablemente, pero haciendo notar el sarcasmo- porque a veces he tenido que esperarlo más de una hora.
No contestó y sin mirarme dijo fríamente
- Tome asiento
La sale de espera es confortable. En lo que sería el living comedor de un departamento de tres ambientes, hay seis sillas rodeando una mesa baja con revistas viejas. La última pared está ocupada por un pequeño sofá.
No acostumbro tocar nada en los consultorios médicos. Mi madre, todavía recuerdo su voz, me decía cuando niño que no tocara nada en el consultorio, porque todos los que van al médico están enfermos.
Así que mi pasatiempo en estos casos es observar al resto de los pacientes en la sala de espera, tratando de adivinar el padecimiento de cada uno.
El médico es oncólogo. Eso hace más fácil adivinar. Todos tenemos cáncer, pero ¿qué cáncer...dónde? Y más importante, ¿cuánto le queda a cada uno? Eso es más difícil de calcular.
A mi derecha está sentado un hombre solo, muy delgado, la piel de color amarillento y reseca. La mirada ausente, de una delgadez extrema, cadavérica. Un cáncer en el páncreas, seguro. Le quedan pocas semanas...con suerte.
En esta habitación todos estamos condenados a muerte. Yo tengo un cáncer de pulmón en fase IV, es terminal.
Recuerdo de mis 40 años de fumador empedernido. Todavía hoy fumo. Jamás pude ni quise dejarlo. Conocí a mi asesino cuando tenía 13 años. Mi abuelo me lo presentó un día al preguntarme
- ¿Ud. Fuma, mozo?
- No abuelo, no fumo.
- Y ¿por qué no fuma?
- No creo que mamá lo apruebe, abuelo.
- ¡Qué saben las mujeres!
Y ahí nomás me invitó un cigarrillo “Particulares” de su propio paquete. Mucha gente dice que los primeros cigarrillos que probaron les resultaron desagradables. No es mi caso. Entre el cigarrillo y yo fue amor a primera vista, y por lo que se ve, será hasta que la muerte nos separe, cosa que sucederá pronto. Al fumar ese primer cigarrillo, me sentí un adulto. Un hombre hecho y derecho. Nunca pude olvidar esa satisfacción.
La asistente hace pasar a una anciana que camina con dificultad. No puedo imaginarme cual es el cáncer que tiene, aunque por el notorio dolor que le causa caminar, presumo que es un cáncer en los huesos, una de las variantes más dolorosas del cáncer. Sufrirá mucho antes de morir, pero por lo menos llegó a vieja, y tal vez algún médico o enfermera se apiaden de ella y le den una sobredosis de morfina que termine con su sufrimiento.
Soy partidario de la eutanasia o muerte digna como le dicen ahora. Si se trata de la vida de un perro, por compasión y para evitar el dolor cuando ya no hay esperanza, todo el mundo está de acuerdo en aplicar la eutanasia. ¿Por qué no hacer lo mismo y con más razón todavía cuando se trata de un ser humano entonces?
En el sofá veo a un matrimonio joven y en el medio a una niña de tal vez cinco años, de una carita hermosa angelical La quimioterapia resulta evidente y además lleva un gorrito con orejas de gatito, que sería hermoso, si no fuera porque lo usa para tapar la calvicie que produjo el tratamiento.
Los padres están tomados de la mano. Seguramente ya saben que se aproxima el desenlace fatal, un golpe terrible de la vida. Y ellos que harían cualquier cosa con tal de protegerla, no pueden hacer nada. Excepto rezar. Veo que la madre tiene un rosario enrollado en la mano.
Seguramente le pide a Dios que cure el cáncer de su hija, pero ¿por qué Dios habría de curarla si fue el quién le mandó el cáncer? Es estúpido rezarle a Dios. A Dios no le importa lo que nos pasa. Y menos le importan lo niños.
La vida es hermosa, pero tiene momentos terribles. Es inútil esperar justicia. No la hay en este mundo. Dudo que Dios exista. Pero si existe, no es bueno. Es perverso. Es cruel. ¿En Egipto acaso no mató a todos los primogénitos en una noche? ¿Por qué no mató solamente al hijo del Faraón? Seguramente eso había sido suficiente para que el Faraón dejara partir a los judíos. ¿Quién mata a un niño? Un monstruo solamente. Y Dios mató a miles, tal vez decenas de miles de niños inocentes en una noche, con el único y salvaje propósito de mostrar su poder. No, Dios no es bueno. No es bueno. A Dios no le importan los niños.
Si yo fuera Dios y por lo tanto el creador del mundo y de la vida, no me desentendería tan completamente de mi creación. Si yo fuera Dios, no habría niños con cáncer.
Hacen pasar a la parejita con la niña, tardan pocos minutos y salen con la cara desfigurada por el horror. Seguramente muy malas noticias. Debería sentir piedad, pero realmente no me importa mucho.
Yo soy el siguiente. Tiene que darme los resultados de mis últimos análisis. En cuanto lo veo se que son malos.
- Tome asiento, me dice con gesto adusto, como preparándome para la noticia que adivino
- Me mira fijamente y después baja la mirada hacia el escritorio, donde en un papel está escrita mi sentencia de muerte.
- ¿Cuánto me queda? Pregunto ansiosamente pero sin miedo.
Hace tiempo que me resigné. No me importa morir. Pero no quiero sufrir la larga agonía de una enfermedad dolorosa.
- Es complicado de explicar, dice. Tiene que ser fuerte...
Sigue hablando y explicando cosas en una terminología confusa que no entiendo y que, francamente no me interesa. Algo está claro, no queda mucho tiempo.
Ya en la calle, lo primero que hago, por supuesto, es encender un cigarrillo. No me preocupa la muerte. Más bien siento curiosidad. ¿Volveré a encontrarme con los míos después que todo pase?
Me gustaría creer que así será. Y podré volver a fumar un “Particulares” con mi abuelo, como lo hacía en los felices años de mi niñez. Y como el invitó la primera vez, insistiré en que esta vez acepte un cigarrillo de mi paquete de “Particulares”.
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